Por Tersites
Desafío desde este
momento el argumento, por llamarlo de alguna manera, que me acusará de atacar
la religión Católica y de no atreverme con el Islam; mi opinión es aplicable a
cualquier creencia irracional –incluida el Islam, el Budismo, los Adventistas
del Séptimo Día o la Santería cubana–, pero la que conozco, la que me ha tocado
vivir (sufrir) y la que está en mi mano cambiar es esta. La Constitución del 78
por su parte, establece en su Artículo 16.3. que Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Para añadir después que Los poderes públicos tendrán en cuenta las
creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes
relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. La
cita expresa de la religión Católica es ya de por si llamativa, pero es que yo
no estoy de acuerdo con que el Estado tenga que tener en cuenta las creencias
religiosas de la sociedad, más allá de que deba garantizar la libertad de
pensamiento. La matización, a mi juicio, sobra.
Una segunda aclaración se
hace necesaria. Yo voy a hablar tanto de la creencia de un ser superior que
explica la creación del mundo -y con él un sistema de valores que establecen lo
que esta bien y lo que está mal-, como de la religión como institución terrenal
tangible y bien tangible, que se proclama interprete en exclusiva de aquel
sistema. La primera cuestión podría ser debatible en términos racionales: la
existencia o no de Dios admite discusión serena, si bien enseguida se entra en
un callejón sin salida. Richard Dawkins en “El espejismo de Dios”, que mi
compañero de penas en este blog cita en la anterior entrada, repasa
brillantemente los argumentos teleológicos a favor y en contra para concluir
que es mucho más probable la inexistencia de Dios que su existencia. En
cualquier caso es una cuestión de probabilidades, sin ninguna influencia física
posible en el mundo de los mortales más allá de la que estos mismos quieran
inflingirse. Estoy de acuerdo con el señor Dawkins y en cualquier caso, ¿quien
soy yo para discutir a Don Richard?
Porque, amigos, la conciliación
entre ciencia y religión es un imposible por más piruetas gramaticales y
retorcimiento de las ideas que hiciera Santo Tomás, de hecho representan hechos
antagónicos, irreconciliables y mutuamente excluyentes. Hablo de la religión de
los axiomas y los sacramentos, no de la discusión sobre la existencia de Dios
que cae en el ámbito de la filosofía y la lógica y que ya hemos visto que ha
sido en cierta manera fagocitado por la teología. La sana práctica de la razón
desintegra la misma esencia de la religión cuan Fairy desintegra la grasa: Si
la religión se basa en la fe –que no es otra cosa que creerse que le dicen a
uno sin pedir ninguna evidencia- la ciencia tiene como causa de su ser mismo
esencialmente la evidencia, es su materia de trabajo. Si la religión no admite
el debate ni la duda ante sus supuestas verdades, la ciencia avanza y se
alimenta precisamente de la discusión, del escepticismo y la constante puesta
en duda de lo que sabemos. Si la religión aboga por el oscurantismo, la
iniciación mediante ritos, el secretismo y el coto al alcance del conocimiento
(¡Ay! ¡Ese árbol del conocimiento!), la ciencia adquiere su fuerza de la
publicidad, de la acumulación del saber, de la curiosidad incansable, de la
capacidad de imaginar nuevos mundos y de la fluidez de la información. Tal y
como yo lo veo son dos posicionamientos contrapuestos que nos llevarán a uno u
otro futuro, pero que conviven en constante conflicto irresuelto.
¡Ay de usted si se le
ocurre cuestionar a estas alturas los preceptos revelados! La religión ha
encontrado la trinchera perfecta en la corrección política. Si las mismas risas
que dedicó al defensor de los hombres-topo las dirige a quien afirma que Dios
es uno y trino a la vez, faltará tiempo para que le amenacen con el respeto. El
respeto es una mordaza perfecta, indiscutible, salvo que uno quiera parecer un
insensible cavernícola ¿Entonces, en virtud del respeto nada de lo que digan
estos señores es discutible o susceptible de mofa por muy absurdo que sea?
¿Herir los sentimientos religiosos es el peor de los pecados? Habrá quien diga
que si no quieres que se rían de tus creencias no tengas unas creencias tan
absurdas, yo añado que el destinatario natural del respeto es la persona –en
esto es un reflejo de su dignidad- pero NO sus ideas. Las ideas han de poder
ser discutidas e incluso ridiculizadas, en caso contrario caeremos en un
inmovilismo peligroso cuando no directamente en su imposición.
Pero la religión -me dirán- responde al
fin y al cabo, al anhelo inmemorial del ser humano por comprender su sentido en
el teatro de la vida, ofrece alivio al vacío que se siente en la soledad del
universo y llena la desazón que supone la certeza de la muerte. Todo eso esta
muy bien, pero es más turbio cómo y de que manera, que diría Serrat. El
ratoncito Pérez también consuela a los niños que pierden un diente de leche,
pero no por ello asignamos una casilla en la declaración de hacienda para
financiar a la iglesia del ratoncito redentor. Ocurren dos cosas. La primera es
que las explicaciones que la religión ha dado a todas estas preguntas son,
sencillamente, mentira o por lo menos carentes de toda certeza de verdad. El
avance del hombre, su bendita curiosidad, ha ido poco a poco explicando el
rayo, la lluvia, la electricidad o la física cuántica –en esa faena estamos-
Curiosamente uno de los principales escollos para el avance del conocimiento es
la religión (¡¡¿¿pero no quería aliviar los anhelos del ser humano??!!) que
pone el grito en el cielo cuando oye hablar de células madre o de evolución en
los casos más sangrantes. Si usted esta dispuesto a renunciar a la verdad a
cambio de pomada para las heridas es usted muy dueño, pero sepa que pagará con
su capacidad crítica y eso le hará manipulable y con tendencia ser engañado y
desplumado.
La segunda se llama el
argumento de la navaja de Occam, que viene a decir que si hay varias
explicaciones para un mismo hecho, la más sencilla será, probablemente la
correcta. El hecho aquí es la religión. Podemos suponer que un ser invisible
dotado de ubicuidad, poder absoluto, sin inicio ni fin, creó un universo
inabarcable, y escogió a ciertos seres de un planeta ínfimo en la esquina de
una galaxia no demasiado importante para ser su imagen y semejanza, y que
además, los únicos capaces de interpretar sus designios –siempre ambiguos y
sospechosamente coincidentes con la mentalidad de la época en la que se
manifiestan- son unos pocos individuos aparentemente idénticos a nosotros, y
que se contradicen y pelean entre si. Esta sería una explicación, pero hay
otras.
También podemos suponer
que hay gente que se aprovecha del miedo a lo desconocido que todos padecemos
para acaparar poder, riqueza y prestigio.
Podemos suponer, sin
contradecir la anterior suposición, que cuando alguien en una sociedad acapara
demasiado poder –normalmente por arrear yoyah de aquí te espero- necesita
justificar con razones un poco más convincentes sus privilegios y casualmente a
alguien le es revelada la verdad de Dios quien, casualmente, tiene el capricho
de derramar su gracia sobre el soberano, quedando así sancionado por gracia
divina indiscutible (y hereditaria)
Podemos argumentar que en
la carrera evolutiva un simio desarrolla la consciencia de si mismo y del mundo
en el que vive, que paralelamente evoluciona la sociedad en que se organiza.
Vamos a suponer que con ese desarrollo se potencia la capacidad comunicativa
entre los individuos de la sociedad, hasta el punto de que aparece el lenguaje.
Con el lenguaje se produce un efecto muy curioso; se pueden invocar cosas que
no están delante ¡un momento! ¡Incluso pueden invocar esencias de cosas, y no
una cosa física concreta! Ya no existe esa piedra, existe el concepto de
piedra. Eso me lleva a pensar que no todo ha de ser físico, también puedo
imaginar el concepto de dureza o el de frío, o el de bondad, el de bien y mal. La
imaginación puede incluso tender a infinito… ¿Como sería la bondad absoluta?
¿El tiempo absoluto? ¿El poder absoluto? Me duele la cabeza, es necesario crear
un concepto que aglutine lo que tiende a infinito, si es bueno lo llamaré Dios,
si es malo demonio. Me voy a dormir.
Todas estas teorías
explican la religión. Elija la suya.
La actuación de la
religión en épocas más oscuras debería ser suficiente para agotar su crédito,
pero vamos a llegar al siglo XX, para que no se me acuse de cargar contra un
modelo obsoleto de la religión. Quizá los orígenes fueron discutibles, si, pero
la iglesia se ha adaptado a los nuevos tiempos y tiene su lugar en la
actualidad. Lamento desilusionarlos pero va a ser que no. Si por algo merece
ser recordado el siglo XX es por el avance del conocimiento científico por un
lado y por el reconocimiento de los Derechos Humanos por otro y el XXI debería
serlo por universalizar estos logros (no hemos empezado muy bien, pero en fin).
Ya hemos visto que la religión no es la mejor amiga del avance científico (ni
del pensamiento racional en general) y se ha dedicado a meter palos en los
radios de los sufridos científicos. En cuanto a los Derechos Humanos, hagamos
un poco de memoria. La semilla que originó que alguien pensase que existen
ciertos derechos inherentes a todo ser humano fue otra idea muy simple pero
revolucionario: el concepto de individuo. Por difícil que pueda parecer, la
consideración del individuo diferenciado del resto, portador de derechos y
obligaciones es una construcción moderna, concretamente del siglo XVI,
específicamente del ámbito de la Reforma Protestante (¿van viendo a dónde quiero
llegar?). Las consecuencias del descubrimiento de la noción de individuo y el
reconocimiento de los derechos que responden a su dignidad conlleva, entre
otras cosas, la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, pero es
que además estas ideas irredentas exigen para poder desarrollarse en su
plenitud, la efectiva separación entre Iglesia y Estado. ¡Habrase visto tamaña
desvergüenza!. ¡Lean!, ¡lean lo que dice el Papa Pio IX en su encíclica Syllabus en 1864!:
“(…) Las cuales
opiniones, falsas y perversas, son tanto más abominables, cuanto miran
principalmente a que sea impedida y removida aquella fuerza saludable que la
Iglesia Católica, por institución y mandamiento de su Divino Autor, debe
ejercitar libremente hasta la consumación de los siglos, no menos sobre cada
hombre en particular, que sobre las naciones, los pueblos y sus príncipes
supremos; y por cuanto asimismo conspiran a que desaparezca aquella mutua
sociedad y concordia entre el Sacerdocio y el Imperio, que fue siempre fausta y
saludable, tanto a la república cristiana como a la civil (Gregorio XVI,
Epístola Encíclica Mirari 15 agosto
1832). Pues sabéis muy bien, Venerables Hermanos, se hallan no pocos que
aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio que llaman del naturalismo, se atreven a enseñar «que
el mejor orden de la sociedad pública, y el progreso civil exigen
absolutamente, que la sociedad humana se constituya y gobierne sin relación
alguna a la Religión, como si ella no existiesen o al menos sin hacer alguna diferencia
entre la Religión verdadera y las falsas.» Y contra la doctrina de las sagradas
letras, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan afirmar: «que es la
mejor la condición de aquella sociedad en que no se le reconoce al Imperante o
Soberano derecho ni obligación de reprimir con penas a los infractores de la
Religión Católica, sino en cuanto lo pida la paz pública.» Con cuya idea
totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión
sumamente funesta a la Iglesia Católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio
XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un
derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por
la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a
la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus
conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo,
sin trabas ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil.»
Como diría Luis Escobar
¿acojona eh?, pues ahora vuelvan a leer la noticia que encabeza este artículo,
que data del 8 de diciembre de 2011 (una semana después de que se escriban
estas líneas), donde Rouco demuestra la capacidad de adaptación de la Iglesia a
los nuevos tiempos. Si esto no les parece suficiente para mantener que la
Iglesia esta en las antípodas de los Derechos Humanos, permítaseme recordar la
actuación ejemplar de la curia en las grandes dictaduras del siglo veinte; la
connivencia con la alemania Nazi o la directa inspiración y ejecución de las de
Franco, Pinochet, Salazar o cualquier otra de corte fascista. Es cierto que ha
habido tímidos acercamientos al sentido común, sobre todo a raíz del Concilio
Vaticano II, pero su incapacidad para abrazar abiertamente la filosofía de los
Derechos Humanos radica en que ambos pensamientos nacen en mundos opuestos; los
mismos que oponen racionalidad e irracionalidad, absolutismo o relativismo, caridad y justicia social, fe y razón. Eso y que su reconocimiento supone una
merma fundamental del poder terrenal de la iglesia, siendo más prosaico.
Por otro lado los
intentos de apertura del Vaticano quedaron en papel mojado desde el papado de
Juan Pablo II, quien procuró con todo su empeño devolver al mundo de nuevo al
siglo XVII pero aprovechándose de los avances del márketing del XX. Mientras
lee esto (gracias por llegar hasta aquí) la Iglesia es una institución que:
- La iglesia, y casi cualquier religión en general, ha
conseguido convertir el sexo en algo de lo que avergonzarse, algo sucio y
desagradable, algo que se resbala hacia lugares sórdidos, algo que debe
reprimirse y a lo que se debe incluso renunciar. Las consecuencias van desde
los más variados complejos y perversiones (que quizá solo sean perversiones a
la luz de los pervertidos ojos católicos) hasta los más complejos problemas
mentales, esos que pueden llevar a alguien a abusar de un niño (ejem). El
retorcido proceso mental que lleva a alguien a pensar que Dios quiere que nos
reproduzcamos como conejos pero maldice la herramienta para hacerlo se me
escapa.
- Se opone ferozmente a cualquier clase de aborto, con
la única argumentación de que va contra la voluntad de Dios que es el único que
tiene poder sobre la vida, enrareciendo lo que debería ser un debate sereno
hasta el paroxismo. Despreciando cualquier evidencia científica, cualquier
razonamiento sensato o cualquier circunstancia atenuante.
Todo ello es demencial y
da para volverse loco, pero recuerden que lo último que se pierde es el sentido
del humor y el humor es una de las cosas que más les jode.