Presentación

¡Escucha valiente lector que te aproximas a las procelosas aguas de este blog! oye el consejo de los Dioses de la red y antes de sumergirte, lee esta entrada que es a la vez carta de navegación y aviso a navegantes

martes, 20 de diciembre de 2011

La falta de respeto a los hombres-topo


Por Tersites


Uno de los pilares sobre el que nos gustaría edificar nuestro pensamiento pasa por la puesta en valor de la razón frente a las creencias impuestas por la tradición, la superstición y otros intereses menos evidentes. “Sería bueno que la Ley de Dios sea decisiva en las decisiones públicas” declaraba el cardenal Rouco Varela, máximo representante del catolicismo en este país, heredero de una tradición centenaria de acumulación de riqueza, manipulación del poder y perversión de la maleable materia gris patria hacia axiomas morales dudosamente éticos. Éste es el contexto que respiramos aquí; una aplastante –asfixiante incluso- influencia Católica frente a la posible repercusión de otras confesiones, creencias y supersticiones varias.
Desafío desde este momento el argumento, por llamarlo de alguna manera, que me acusará de atacar la religión Católica y de no atreverme con el Islam; mi opinión es aplicable a cualquier creencia irracional –incluida el Islam, el Budismo, los Adventistas del Séptimo Día o la Santería cubana–, pero la que conozco, la que me ha tocado vivir (sufrir) y la que está en mi mano cambiar es esta. La Constitución del 78 por su parte, establece en su Artículo 16.3. que Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Para añadir después que Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. La cita expresa de la religión Católica es ya de por si llamativa, pero es que yo no estoy de acuerdo con que el Estado tenga que tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad, más allá de que deba garantizar la libertad de pensamiento. La matización, a mi juicio, sobra.
Una segunda aclaración se hace necesaria. Yo voy a hablar tanto de la creencia de un ser superior que explica la creación del mundo -y con él un sistema de valores que establecen lo que esta bien y lo que está mal-, como de la religión como institución terrenal tangible y bien tangible, que se proclama interprete en exclusiva de aquel sistema. La primera cuestión podría ser debatible en términos racionales: la existencia o no de Dios admite discusión serena, si bien enseguida se entra en un callejón sin salida. Richard Dawkins en “El espejismo de Dios”, que mi compañero de penas en este blog cita en la anterior entrada, repasa brillantemente los argumentos teleológicos a favor y en contra para concluir que es mucho más probable la inexistencia de Dios que su existencia. En cualquier caso es una cuestión de probabilidades, sin ninguna influencia física posible en el mundo de los mortales más allá de la que estos mismos quieran inflingirse. Estoy de acuerdo con el señor Dawkins y en cualquier caso, ¿quien soy yo para discutir a Don Richard?
Sin embargo, no es tan sencillo separar el debate de la existencia de Dios de la actuación de sus intermediarios en la tierra. La iglesia, al fin y al cabo, se ha apropiado de Dios, le saca lustre y cuida de que nadie tergiverse su imagen cuan representante de Cristiano Ronaldo. A través de la teología ha criado en su regazo cualquier intento serio de referirse al tema. La teología es la única ciencia que estudia un segmento de la realidad que nunca ha sido observado ni comprobado (vamos, que su objeto de estudio no se puede decir que exista), por no hablar de su capacidad de corrección y de asimilar nuevos conocimientos que atañen a su ámbito (conocimientos que, como ya sabemos, no existen en el mundo observable y que por tanto crean los propios teólogos). Tengo serias dudas de que cumpla alguno de los requisitos que definen a la ciencia salvo la terminación en “logos”.
Porque, amigos, la conciliación entre ciencia y religión es un imposible por más piruetas gramaticales y retorcimiento de las ideas que hiciera Santo Tomás, de hecho representan hechos antagónicos, irreconciliables y mutuamente excluyentes. Hablo de la religión de los axiomas y los sacramentos, no de la discusión sobre la existencia de Dios que cae en el ámbito de la filosofía y la lógica y que ya hemos visto que ha sido en cierta manera fagocitado por la teología. La sana práctica de la razón desintegra la misma esencia de la religión cuan Fairy desintegra la grasa: Si la religión se basa en la fe –que no es otra cosa que creerse que le dicen a uno sin pedir ninguna evidencia- la ciencia tiene como causa de su ser mismo esencialmente la evidencia, es su materia de trabajo. Si la religión no admite el debate ni la duda ante sus supuestas verdades, la ciencia avanza y se alimenta precisamente de la discusión, del escepticismo y la constante puesta en duda de lo que sabemos. Si la religión aboga por el oscurantismo, la iniciación mediante ritos, el secretismo y el coto al alcance del conocimiento (¡Ay! ¡Ese árbol del conocimiento!), la ciencia adquiere su fuerza de la publicidad, de la acumulación del saber, de la curiosidad incansable, de la capacidad de imaginar nuevos mundos y de la fluidez de la información. Tal y como yo lo veo son dos posicionamientos contrapuestos que nos llevarán a uno u otro futuro, pero que conviven en constante conflicto irresuelto.
La iglesia pronto se dio cuenta de que no había negocio en apelar a la razón de sus futuros clientes, así que, cuando las primeras luces del renacimiento pusieron su modelo en entredicho con la Reforma Protestante, decidieron concentrar sus esfuerzos en una nueva estrategia digna del prime time de Telecinco. Con el Concilio de Trento en 1545 la iglesia presenta un discurso, basado en un elaborado programa iconográfico, que apela a las tripas en vez de a la cabeza: todo en su parafernalia debe inflar los sentimientos, se refuerza la parte más escatológica y sangrienta de las escrituras –la pasión sustituye a los milagros como top-ten del ideario católico- La Semana Santa, con su exaltación de la muerte, adquiere una importancia mayúscula y las figuras se recrean en las carnaciones, las heridas, los gestos de sufrimiento infinito, las pasiones desatadas en definitiva. Todo lo que contribuya a alejar al fiel del pensamiento racional es bienvenido, todo lo que hinche como un globo su parte emotiva, incentivado. ¿Adivinan quien fue uno de los más entusiastas defensores de los postulados de Trento?, efectivamente: el Reino de España, que recita en éxtasis las palabras “sentimiento”, “raza” y “poderío” sin la menor sombra de autocrítica. Y así, como burrillos tras una zanahoria, en este país nos hemos ido alejando de la funesta manía de pensar, de cuestionar, de mantener la cabeza fría y objetiva a la hora de tomar decisiones, acometer iniciativas o elegir a nuestros gobernantes. En este país donde se defienden los colores a muerte “manque pierda” la iglesia ha encontrado, a través de los peores políticos posibles, el caldo de cultivo ideal para plantar su semilla y florecer, imponiendo su dictadura del pensamiento sin encontrar apenas resistencia, y si la había, era aplastada con la connivencia del grueso de una población hiperemotiva y manipulable.
Y llegamos así, a uno de los caballos de batalla de esta guerra: el gran triunfo de la iglesia es la normalización de lo que en circunstancias normales sería inaceptable, el “esto–ha-sido-así-de-toda-la-vida” del amigo Excusatio. Propongamos un experimento: si a usted, ciudadano de clase media de una ciudad de España, se le presenta un tipo diciéndole que existe un submundo de hombres-topo que habitan en la corteza terrestre hueca bajo nuestros pies y que son portadores de un conocimiento místico, usted con toda probabilidad, se reirá en sus narices y le mandará a la mierda o al siquiatra, dependiendo de sus valores cristianos. Pues bien, esta afirmación tiene exactamente el mismo sustento lógico que los hechos que la Iglesia Católica declara irrenunciables (hablo de concepciones inmaculadas, hombres que resucitan y andan sobre líquidos de menor densidad que el cuerpo humano o paraísos donde no se sabe bien que se hace o cuales son los requisitos de inclusión según me convenga). La diferencia fundamental es que usted ha asimilado como normales las afirmaciones de la Iglesia. El cuestionamiento crítico que utilizará en la teoría de los hombres-topo ha sido inutilizado en el caso de los axiomas católicos. ¿Como han podido hacer eso? ¿Nos han echado algo en el agua? ¿Se trata de una hipnosis colectiva? Los mecanismos son más sencillos que todo eso. Adelantamos que tienen mucho que ver con el interés de la iglesia por hacerse con la educación y con el amodorramiento que sentimos cuando se trata de cuestionar lo que trae la inercia de la costumbre, esa costumbre en la que nos sentimos seguros y calentitos y que además enraíza íntimamente con nuestra identidad.
¡Ay de usted si se le ocurre cuestionar a estas alturas los preceptos revelados! La religión ha encontrado la trinchera perfecta en la corrección política. Si las mismas risas que dedicó al defensor de los hombres-topo las dirige a quien afirma que Dios es uno y trino a la vez, faltará tiempo para que le amenacen con el respeto. El respeto es una mordaza perfecta, indiscutible, salvo que uno quiera parecer un insensible cavernícola ¿Entonces, en virtud del respeto nada de lo que digan estos señores es discutible o susceptible de mofa por muy absurdo que sea? ¿Herir los sentimientos religiosos es el peor de los pecados? Habrá quien diga que si no quieres que se rían de tus creencias no tengas unas creencias tan absurdas, yo añado que el destinatario natural del respeto es la persona –en esto es un reflejo de su dignidad- pero NO sus ideas. Las ideas han de poder ser discutidas e incluso ridiculizadas, en caso contrario caeremos en un inmovilismo peligroso cuando no directamente en su imposición.
 Pero la religión -me dirán- responde al fin y al cabo, al anhelo inmemorial del ser humano por comprender su sentido en el teatro de la vida, ofrece alivio al vacío que se siente en la soledad del universo y llena la desazón que supone la certeza de la muerte. Todo eso esta muy bien, pero es más turbio cómo y de que manera, que diría Serrat. El ratoncito Pérez también consuela a los niños que pierden un diente de leche, pero no por ello asignamos una casilla en la declaración de hacienda para financiar a la iglesia del ratoncito redentor. Ocurren dos cosas. La primera es que las explicaciones que la religión ha dado a todas estas preguntas son, sencillamente, mentira o por lo menos carentes de toda certeza de verdad. El avance del hombre, su bendita curiosidad, ha ido poco a poco explicando el rayo, la lluvia, la electricidad o la física cuántica –en esa faena estamos- Curiosamente uno de los principales escollos para el avance del conocimiento es la religión (¡¡¿¿pero no quería aliviar los anhelos del ser humano??!!) que pone el grito en el cielo cuando oye hablar de células madre o de evolución en los casos más sangrantes. Si usted esta dispuesto a renunciar a la verdad a cambio de pomada para las heridas es usted muy dueño, pero sepa que pagará con su capacidad crítica y eso le hará manipulable y con tendencia ser engañado y desplumado.
La segunda se llama el argumento de la navaja de Occam, que viene a decir que si hay varias explicaciones para un mismo hecho, la más sencilla será, probablemente la correcta. El hecho aquí es la religión. Podemos suponer que un ser invisible dotado de ubicuidad, poder absoluto, sin inicio ni fin, creó un universo inabarcable, y escogió a ciertos seres de un planeta ínfimo en la esquina de una galaxia no demasiado importante para ser su imagen y semejanza, y que además, los únicos capaces de interpretar sus designios –siempre ambiguos y sospechosamente coincidentes con la mentalidad de la época en la que se manifiestan- son unos pocos individuos aparentemente idénticos a nosotros, y que se contradicen y pelean entre si. Esta sería una explicación, pero hay otras.
También podemos suponer que hay gente que se aprovecha del miedo a lo desconocido que todos padecemos para acaparar poder, riqueza y prestigio.
Podemos suponer, sin contradecir la anterior suposición, que cuando alguien en una sociedad acapara demasiado poder –normalmente por arrear yoyah de aquí te espero- necesita justificar con razones un poco más convincentes sus privilegios y casualmente a alguien le es revelada la verdad de Dios quien, casualmente, tiene el capricho de derramar su gracia sobre el soberano, quedando así sancionado por gracia divina indiscutible (y hereditaria)
Podemos argumentar que en la carrera evolutiva un simio desarrolla la consciencia de si mismo y del mundo en el que vive, que paralelamente evoluciona la sociedad en que se organiza. Vamos a suponer que con ese desarrollo se potencia la capacidad comunicativa entre los individuos de la sociedad, hasta el punto de que aparece el lenguaje. Con el lenguaje se produce un efecto muy curioso; se pueden invocar cosas que no están delante ¡un momento! ¡Incluso pueden invocar esencias de cosas, y no una cosa física concreta! Ya no existe esa piedra, existe el concepto de piedra. Eso me lleva a pensar que no todo ha de ser físico, también puedo imaginar el concepto de dureza o el de frío, o el de bondad, el de bien y mal. La imaginación puede incluso tender a infinito… ¿Como sería la bondad absoluta? ¿El tiempo absoluto? ¿El poder absoluto? Me duele la cabeza, es necesario crear un concepto que aglutine lo que tiende a infinito, si es bueno lo llamaré Dios, si es malo demonio. Me voy a dormir.
Todas estas teorías explican la religión. Elija la suya.
Pero hay más. Hay hechos. Y una ciencia de verdad, esta vez si, la Historia, se empeña en contradecir, con su maldita exigencia de evidencias y su método científico -y de igual manera que la física de fluidos le pone pegas al pasaje del Testamento donde un señor camina sobre las aguas- lo que dicen los sacerdotes. Resulta que, para empezar, las religiones son hijas mortales del tiempo que les toca vivir, (¡cachis!, relatividad-1, axiomas 0), que no hay ni rastro de episodios que las infalibles santas escrituras relatan (¿cómo que los judíos no hicieron ninguna diáspora desde  Egipto??, ¿¿que quieres decir con que no existe ni rastro de la autenticidad histórica de Cristo?? Evidencias-0, imaginación desbordada-1), que, de hecho la transformación evolutiva de muchos de los memes que forman la religión puede ser rastreada y explicada por medio de la lógica. (Evolución-1, creacionismo-0, :-P).
La actuación de la religión en épocas más oscuras debería ser suficiente para agotar su crédito, pero vamos a llegar al siglo XX, para que no se me acuse de cargar contra un modelo obsoleto de la religión. Quizá los orígenes fueron discutibles, si, pero la iglesia se ha adaptado a los nuevos tiempos y tiene su lugar en la actualidad. Lamento desilusionarlos pero va a ser que no. Si por algo merece ser recordado el siglo XX es por el avance del conocimiento científico por un lado y por el reconocimiento de los Derechos Humanos por otro y el XXI debería serlo por universalizar estos logros (no hemos empezado muy bien, pero en fin). Ya hemos visto que la religión no es la mejor amiga del avance científico (ni del pensamiento racional en general) y se ha dedicado a meter palos en los radios de los sufridos científicos. En cuanto a los Derechos Humanos, hagamos un poco de memoria. La semilla que originó que alguien pensase que existen ciertos derechos inherentes a todo ser humano fue otra idea muy simple pero revolucionario: el concepto de individuo. Por difícil que pueda parecer, la consideración del individuo diferenciado del resto, portador de derechos y obligaciones es una construcción moderna, concretamente del siglo XVI, específicamente del ámbito de la Reforma Protestante (¿van viendo a dónde quiero llegar?). Las consecuencias del descubrimiento de la noción de individuo y el reconocimiento de los derechos que responden a su dignidad conlleva, entre otras cosas, la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, pero es que además estas ideas irredentas exigen para poder desarrollarse en su plenitud, la efectiva separación entre Iglesia y Estado. ¡Habrase visto tamaña desvergüenza!. ¡Lean!, ¡lean lo que dice el Papa Pio IX en su encíclica Syllabus en 1864!:
“(…) Las cuales opiniones, falsas y perversas, son tanto más abominables, cuanto miran principalmente a que sea impedida y removida aquella fuerza saludable que la Iglesia Católica, por institución y mandamiento de su Divino Autor, debe ejercitar libremente hasta la consumación de los siglos, no menos sobre cada hombre en particular, que sobre las naciones, los pueblos y sus príncipes supremos; y por cuanto asimismo conspiran a que desaparezca aquella mutua sociedad y concordia entre el Sacerdocio y el Imperio, que fue siempre fausta y saludable, tanto a la república cristiana como a la civil (Gregorio XVI, Epístola Encíclica Mirari 15 agosto 1832). Pues sabéis muy bien, Venerables Hermanos, se hallan no pocos que aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio que llaman del naturalismo, se atreven a enseñar «que el mejor orden de la sociedad pública, y el progreso civil exigen absolutamente, que la sociedad humana se constituya y gobierne sin relación alguna a la Religión, como si ella no existiesen o al menos sin hacer alguna diferencia entre la Religión verdadera y las falsas.» Y contra la doctrina de las sagradas letras, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan afirmar: «que es la mejor la condición de aquella sociedad en que no se le reconoce al Imperante o Soberano derecho ni obligación de reprimir con penas a los infractores de la Religión Católica, sino en cuanto lo pida la paz pública.» Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia Católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil.»
Como diría Luis Escobar ¿acojona eh?, pues ahora vuelvan a leer la noticia que encabeza este artículo, que data del 8 de diciembre de 2011 (una semana después de que se escriban estas líneas), donde Rouco demuestra la capacidad de adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos. Si esto no les parece suficiente para mantener que la Iglesia esta en las antípodas de los Derechos Humanos, permítaseme recordar la actuación ejemplar de la curia en las grandes dictaduras del siglo veinte; la connivencia con la alemania Nazi o la directa inspiración y ejecución de las de Franco, Pinochet, Salazar o cualquier otra de corte fascista. Es cierto que ha habido tímidos acercamientos al sentido común, sobre todo a raíz del Concilio Vaticano II, pero su incapacidad para abrazar abiertamente la filosofía de los Derechos Humanos radica en que ambos pensamientos nacen en mundos opuestos; los mismos que oponen racionalidad e irracionalidad, absolutismo o relativismo, caridad y justicia social, fe y razón. Eso y que su reconocimiento supone una merma fundamental del poder terrenal de la iglesia, siendo más prosaico.
Por otro lado los intentos de apertura del Vaticano quedaron en papel mojado desde el papado de Juan Pablo II, quien procuró con todo su empeño devolver al mundo de nuevo al siglo XVII pero aprovechándose de los avances del márketing del XX. Mientras lee esto (gracias por llegar hasta aquí) la Iglesia es una institución que:
-       Es de un machismo recalcitrante, donde la mujer debe someterse al marido y dónde el principal fin del matrimonio es la reproducción (según el código canónico la esterilidad es causa de separación, los malos tratos no). El poder fáctico en la jerarquía eclesiástica sólo puede ser ocupada por hombres. Por supuesto, el divorcio ni probarlo (a ver si vas a empezar a cuestionar mi poder para que Dios a través de mi os junte irremediablemente)
-       Padece una homofobia galopante, donde los gays son objeto de un odio visceral, alimentado por patrañas como la que dice que la homosexualidad pone en peligro la familia tradicional o que existe un plan en la UNESCO para volver homosexual a la población. Tanto esta actitud como la del anterior punto tienen su explicación alternativa (acuérdense de nuestro amigo Occam): es muy difícil convencer a un adulto formado y sin intoxicar de que haga lo que uno mande y se crea lo que uno dice sin más. Es mucho más fácil moldear los impresionables cerebros de los infantes, introducir preceptos antes de que su capacidad crítica esté desarrollada y que una vez adultos e inoculados los transmitan a sus descendientes, especialmente el sentimiento de culpa del que tiraremos como se tira de la correa del perro cuando se desmanda (cortesía del pecado original). El problema es que los gays no pueden tener descendencia.
-       La iglesia, y casi cualquier religión en general, ha conseguido convertir el sexo en algo de lo que avergonzarse, algo sucio y desagradable, algo que se resbala hacia lugares sórdidos, algo que debe reprimirse y a lo que se debe incluso renunciar. Las consecuencias van desde los más variados complejos y perversiones (que quizá solo sean perversiones a la luz de los pervertidos ojos católicos) hasta los más complejos problemas mentales, esos que pueden llevar a alguien a abusar de un niño (ejem). El retorcido proceso mental que lleva a alguien a pensar que Dios quiere que nos reproduzcamos como conejos pero maldice la herramienta para hacerlo se me escapa.
-       Se opone ferozmente a cualquier clase de aborto, con la única argumentación de que va contra la voluntad de Dios que es el único que tiene poder sobre la vida, enrareciendo lo que debería ser un debate sereno hasta el paroxismo. Despreciando cualquier evidencia científica, cualquier razonamiento sensato o cualquier circunstancia atenuante. 
Si usted se declara católico no practicante y tiene el criterio de discutir alguna de estas perlas, piense si quiere pertenecer a un club que defiende estas posturas en su ideario, que lo hace desde la superstición y que es históricamente una rémora para cualquier tipo de avance. Si usted no es católico –o directamente ateo- tendrá que aguantar que el país del que es usted ciudadano, firme con una secta que cree en un personaje imaginario un convenio que ha supuesto un saqueo a las arcas públicas de casi 10 millones de euros solo en 2011, que el 0,52 de su IRPF se destine a engrosar sus cuentas si no dice usted lo contrario, que acapare un aparte inmensa de territorio nacional, que no pague IBI entre otros impuestos, (Artículo IV acuerdos con la santa sede 1979)* que tenga capacidad de registrar propiedades a su nombre sin preguntar ni pasar por el Registro Civil, que imponga una asignatura de religión en el programa escolar –consistente en puro proselitismo-, que elija a los profesores (pero por supuesto que su sueldo salga de sus impuestos), que se lucren con bienes que forman parte del Patrimonio Histórico del país, que pidan abiertamente el voto para un partido político, que condenen leyes, que organicen tinglados que paralizan ciudades a costa de su ayuntamiento, que formen parte de los consejos de los hospitales vetando cualquier intento de proporcionar una muerte digna a pacientes terminales, que tengan reconocido un país en el corazón de Europa sin el menor atisbo de democracia (es uno de los cinco países del mundo que admite no serlo y que se constituye como una Monarquía absoluta electiva teocrática) y con una política fiscal y financiera más que dudosa. Que actúen como verdaderos macarras de la moral condenando y amenazando con absurdas excomuniones a quien no acate sus postulados, cuando todas y cada una de las encuestas demuestran que los países más religiosos son los que tienen los índices de criminalidad más elevados y viceversa.
Todo ello es demencial y da para volverse loco, pero recuerden que lo último que se pierde es el sentido del humor y el humor es una de las cosas que más les jode.

*De esto tengo mis dudas, agradecería aclaraciones

Actualización: cita del Papa Ratzinger en la misa del Gallo de 25 de diciembre de 2011: "si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón ilustrada. Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios" (vía www.http://www.destejiendoelmundo.net/). Sin comentarios


Actualización 2: Me veo obligado a corregir la asignación del 2011 a la Iglesia Católica...al alza, en virtud del BOE del 22 de Diciembre de 2011, donde se dice que el Estado entregará, mensualmente, a la Iglesia católica 13.266.216,12 euros. Si, yo también estoy tratando de asimilar la información.

2 comentarios: