Por Tersites
A ver si nos aclaramos. A uno le habían vendido que tuvo la enorme suerte de nacer en el mundo civilizado, que debía mostrar gratitud universal por formar parte del exiguo porcentaje de privilegiados de occidente. Pero tampoco había que agachar la testuz demasiado, porque si el occidente civilizado es lo que es (era lo que era) se debe a la herencia de una historia cuajada de revoluciones sociales, ideas innovadoras, cunas de la democracia y mentalidades abiertas. Así que, si bien la buena fortuna nos sonrió al haber nacido aquí y no en el cuerno de África, pasábamos a formar parte de una cultura refinada, combativa y dueña de su destino después de siglos de penurias y convulsiones.
A ver si nos aclaramos. A uno le habían vendido que tuvo la enorme suerte de nacer en el mundo civilizado, que debía mostrar gratitud universal por formar parte del exiguo porcentaje de privilegiados de occidente. Pero tampoco había que agachar la testuz demasiado, porque si el occidente civilizado es lo que es (era lo que era) se debe a la herencia de una historia cuajada de revoluciones sociales, ideas innovadoras, cunas de la democracia y mentalidades abiertas. Así que, si bien la buena fortuna nos sonrió al haber nacido aquí y no en el cuerno de África, pasábamos a formar parte de una cultura refinada, combativa y dueña de su destino después de siglos de penurias y convulsiones.
El fruto de todo ello –y la verdadera razón de nuestro
orgullo- era el Estado de Derecho. Uno en el que, según me contaron en la
universidad, todos éramos iguales ante la ley, que emanaba del pueblo, y todos
estábamos sometidos a ella, incluido el propio Estado mediante un sofisticado
sistema de reparto de poderes. Además contábamos con una nutrida lista de
derechos fundamentales inviolables. Era como para sacar pecho. Había pequeñas
contradicciones, si, pero eran rémoras del pasado que se irían desprendiendo en
el inexorable camino hacia el progreso, hacia una sociedad mejor: ya estábamos bajo la influencia de la gravedad de la justicia y era imposible desviarnos
de su órbita.
Resulta que, según nos dijeron, había dos pilares sobre los
que se asentaba el sistema, uno era el sistema capitalista que se contraponía
al comunista que había demostrado ser un rotundo fracaso. El otro era el
“estado del bienestar” que al parecer consistía en poder comprar muchas cosas.
Básicamente se identificaban el uno con el otro; el capitalismo llevaba al estado
del bienestar a través del consumo mientras que el comunismo abolía la
propiedad privada y sometía la sociedad al Estado suprimiendo las libertades.
La elección no podía estar mas clara: Viva el capitalismo! De nuevo asomaban
algunas contradicciones, pero nada que nuestro flamante Estado de Derecho no
pueda controlar y, que coño! A quien le importa con un BMW en la puerta?
Poquito a poco nos tragamos el estado del bienestar como si
fuera el mana en el desierto concedido graciosamente por Yahvé y se nos olvidó
el contrato social. La sanidad universal, la educación o los derechos del
trabajador pasaron a convertirse en un extra bajo el formato de “estado del
bienestar”; un plus, un premio por haber elegido el capitalismo, como el juego
de cacerolas que te regala el banco al sacarte la libreta. Nos convencieron de
que todo aquello no era lo que confería sentido a organizarnos en sociedad y su
fin último, sino la consecuencia de un sistema de gobierno. En definitiva: se
apropiaron de los resultados de siglos de lucha, lo envolvieron para regalo y
nos lo prestaron con intereses.
Como algo que al igual que te ha sido dado, se te puede
quitar.
A nadie se le escapa que el capitalismo funciona mediante el
movimiento de capitales a través de empresas –bancos en su forma más refinada-.
La historia ha demostrado que el comportamiento de las empresas se asemeja
mucho al de un psicópata; carece de empatía y remordimientos a la hora de
conseguir su propósito, así que parecía una buena idea que nuestro molón Estado
de Derecho, investido de la irresistible fuerza de la ley que emana de todo el
pueblo, mantuviera a raya a las empresas en su afán de acumular riqueza en
nombre de la mayoría, que serán pobres pero emanan soberanía como el que más, y
porque esta feo ser un abusón con el débil en general
Y en esas estábamos, nadando en el estado del bienestar y
protegidos por el Estado del Derecho, cada uno en una oreja cantándonos nanas y
arrullándonos. Mulléndonos la almohada y masajeándonos la espalda. Todo parecía
encarrilado y en buenas manos. Entonces, ¿que mal podía hacer conferir nuestro
estado de bienestar a la empresas si al fin y al cabo, suponían la piedra
angular del capitalismo, que como todo el mundo sabe nos ha traído el estado
del bienestar?
Emilio Botín y el Pocero creando la marca España (repare en el guiño de |
El resto ya lo conocen; Mercados desregularizados que se
lanzan en una carrera de autos locos cual Pulgoso y Pierre Nodoyuna a conceder
hipotecas de las que se desentienden para jugar al Black Jack en el ángulo
muerto del Estado de Derecho –Oxidado, gordo y pagado de si mismo a estas alturas-
Gobernantes que han empeñado su país a la promesa del Estado del bienestar que
prometieron los mercados –con comisión para el intermediario, por supuesto- Y cuando
todo se viene abajo el policía esta a sueldo del matón. Y como sabrán por las
pelis de mafiosos, al boss hay que pagarle lo que le deben o te van partiendo
los dedos uno por uno.
Experimento: observarán, a la vista del artículo, que muchos
me tacharán de anticapitalista, antisistema o directamente comunista. Si leen
el texto con cuidado, si bien percibirán una crítica nada disimulada al
capitalismo salvaje, no encontrarán nada que –utilizando las leyes de la
lógica- les induzca a pensar que estoy en contra de la democracia, la propiedad
privada o a favor de la implantación de la dictadura de los soviets. Este
pensamiento dualista y excluyente es fruto de varias décadas de bombardeo
político donde si no estas conmigo estas contra mi, donde solo hay mi opción
–la buena- o la contraria –el desastre, el Madrid o el Barsa. Cualquier
alternativa es en el mejor de los casos despreciada y en el peor ignorada, pero
no desesperen y recuerden que lo último que se pierde es el sentido del humor
#12M15M
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