Presentación

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martes, 29 de mayo de 2012

Jefes, jefecillos y jefazos

Por Tersites


Dice el Principio de Peter que en toda organización jerárquica, una persona que realice bien su trabajo será ascendida hasta alcanzar su nivel de incompetencia. No tengo ni un pero que poner a esta afirmación. Es más, por mi experiencia se trata casi de un axioma comparable a las leyes fundamentales de la física. Pero amigos, si Peter formuló su propuesta a la luz de lo que ocurría en Estados Unidos, nosotros, los españoles de raza, hemos perfeccionado las leyes del escalamiento laboral hasta límites solo posibles en el sindiós y el desbrujulamiento propios del suelo patrio. Tanto es así que hemos demostrado que la parte del principio que dice que toda persona que realiza bien su trabajo es ascendida, es prescindible aquí. Nos quedamos con lo de la incompetencia a secas.

La situación que paso a describir la supongo familiar a casi cualquiera que haya tenido que ganarse el pan sin un cuñado en el ayuntamiento, y reconocible en absolutamente todas las escalas de poder, sin diferenciación de nivel cultural, estatus social o prestigio laboral. 

Acoqui:

Frente al principio de Peter, o más bien abundando en él, se ha instalado en el bulbo raquídeo del españolito lo que daremos en llamar la conjetura del nivel impermeable, que postula –siempre dentro de la papilla primordial del mercado laboral español- que una vez alcanzado un hito dentro del escalafón laboral, el trabajador queda eximido de cualquier actividad que realizara con anterioridad. Esto en román paladí, quiere decir que la mierda se la coma el de abajo. 

En segundo lugar, la actual empanada que conforma el sistema productivo español creemos que viene regido por la ley de la polarización temporal que tiene como base el siguiente enunciado: la persona con más antigüedad en el lugar de trabajo tiene un derecho inalienable a no hacer el trabajo más desagradable, o el trabajo sin más, si me apuran. La tradición castiza bautizó hace tiempo este hecho como “yo llegue primero así que me toca” o lo que es lo mismo: que la mierda se la coma el que viene después. Es reseñable que este principio opera generando una relación de jerarquía entre empleados que comparten la misma posición en el organigrama, aunque ambos se dediquen a sexar pollos en campofrío.



La indeterminación de contenido adverso es una ley que arraiga con más fuerza conforme se asciende peldaños en el escalafón de la empresa. Postula que contra más indefinidos sean los límites de los cometidos que un trabajador presta a la empresa, menos trabaja. Su aplicación es casi matemática en cargos que llevan títulos como manager consultant o taskforce marketing supervisor o cualquier otro anglicismo que quieran ustedes añadir a la tarjeta de presentación. Desde aquí sospechamos que el portador de tan regios títulos pretende poner “jefe” sin ponerlo para no ofender al jefe. Es este un mecanismo apenas eficaz en trabajos de infantería: si en la chapita de la camisa pone “apretador de tornillos” resulta muy difícil escaquearse de la tarea encomendada.

La saturación por actividad indefinida es un viejo conocido que sin duda conocerán por el prosaico “menear papeles”. Mas que un principio se trata de una técnica de camuflaje, donde el practicante adopta la pose de lo que él supone que consiste trabajar en una oficina. En plena era de las redes sociales, resulta pintoresco observar a algunos individuos cambiando se sitio papeles, amén de hacer un flaco favor a la deforestación y al medio ambiente en general. En cualquier caso es encomiable el empeño que ponen en resultar convincentes, empleando a veces más energía y esfuerzo que el que requerirían si realizasen en trabajo por el que cobran.

La turbulencia preventiva o el efecto “pez globo” y aquí amigos nos metemos definitivamente en el terreno de los profesionales de lo que viene siendo ser jefe, así, sin adornos. Hablamos de ser jefe como concepto absoluto, no como medio sino como fin. El efecto pez globo se traduce en términos militares como la mejor defensa es un buen ataque: cuando un jefe de casta se siente acorralado, no tiene la más remota idea de que le están diciendo sus subordinados -y debería saberlo en función de su cargo- y su sentido arácnido le dice que se está jugando la autoridad (bien mucho más importante que el anillo de Frodo), el jefe se hincha. Comenzará entonces un festival de reproches, lamentos y amenazas, que harán sin duda retroceder a las huestes de empleados, temerosos de despertar la ira del capitán de la galera, de imprevistas consecuencias para sus aspiraciones profesionales. Pasada la tormenta, el jefe podrá seguir tranquilamente leyendo el periódico o imprimiendo recetas de cocina.

Jefes en pleno brain storming sobre como hundir un banco
para poder cobrar una indemnización de varios millones de euros (fuente: ABC.es)


Una de las consecuencias de adquirir el estatus de jefe se traduce en La paradoja temporal subyacente. Sin duda la nueva condición dota al sujeto de unas facultades casi místicas, donde el continuo espacio-tiempo adquiere una elasticidad desconocida para quienes no han sido iniciados en el arte de mandar. Las consecuencias en el tiempo transportadas al horario laboral, devienen en un alegre relativizar las horas de entrada y salida, pero no para trabajar menos –como reprocharía el vulgo proletario- sino para rendir más.

Pero estos semidioses no son solo capaces de malear el tiempo a su antojo, sino que en su estado de gracia, son capaces también de desafiar lo que usted tiene por inamovible en el espacio. Así es, según la paradoja del jefe de schrödinger un jefe puede estar o no estar en función del superior que le esta contemplando. Esto es, si en la reunión-proyecto-informe-comida-sarao cabe la posibilidad de participación de manera más o menos activa de un jefe de jefes, su jefe, que había estado desaparecido en combate cual Chuck Norris en la jungla de Camboya, aparecerá como si jamás hubiera abandonado la nave, centrado, desafiante, poseedor de las llaves de la puerta de occidente, más jefe que nunca.
 
Por último la transmutación de la responsabilidad en frío, supone la consagración de toda una carrera hacia el éxito, el último eslabón en la forja del carácter de jefe genuino. Qué lejos queda ya a estas alturas el acto de trabajar! Que diferente es este ser magnífico, dotado de unos sentidos agudizados, de las hormiguillas que encuentran la realización de su triste existencia en cosas tan mundanas y faltas de glamour como llamar por teléfono o escribir en el Word! Pero no todo es alborozo en la vida del jefe, ha de enfrentarse a la soledad de la cumbre y a lo último que le ata a la vida material, el último obstáculo hacia el nirvana definitivo: la toma de decisiones y lo que es más grave: asumir sus consecuencias. Y es aquí amigos, donde se diferencian los verdaderos líderes de nuestra sociedad de los farsantes, los que abusaron de su suerte o los meros incompetentes: el verdadero jefe ha de ser capaz de eludir cualquier responsabilidad de sus decisiones, de las pocas que aun no tiene más remedio que tomar.

Como líderes absolutos en cualquier campo en el que nos lo proponemos, España es la cuna de los jefes-ninja, de los jefes schrödinger , de los jefecillos y de los jefecitos. Hasta tal punto dominamos el asunto que hemos creado jerarquías cuyo único cometido es ascender, sin que se les conozca ninguna otra aspiración productiva: los partidos políticos. En un país con más indios que vaqueros, más generales que soldados y más gatos que canarios, lo raro es que hubiera alguien vigilando las cuentas de Bankia. Menos mal que siempre se puede echar mano de un becario.

La sublimación del sueño laboral español: el Jefe de Estado


2 comentarios:

  1. Se te olvida (quizá por tu carácter funcionarial) del Síndrome del Jefe Presencial, el que obliga a sus subordinados a estar en la oficina (estar, no trabajar) hasta las tantas. Podríamos llamarlo también el Trastorno del Trabajo por Generación Espontánea: cuanto más en la oficina, aunque no se haga nada, más se produce. ¡Si al final trabajamos más horas que los alemanes!, oiras por ahí. Pues sí, a lo mejor es que los alemanes trabajan de 9 a 5 sacando adelante las cosas y les da tiempo a estar con sus nenes en casa pronto....

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  2. Conozco el síndrome, es un caso especial de la paradoja temporal subyacente que tiene como efecto secundario pringar al currito. Pero creo que quienes caen en esta perversión de la paradoja no llegan al olimpo de los jefes, que al fin y alcabo consiste en una desmaterialización mística a todos los niveles.

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