Presentación

¡Escucha valiente lector que te aproximas a las procelosas aguas de este blog! oye el consejo de los Dioses de la red y antes de sumergirte, lee esta entrada que es a la vez carta de navegación y aviso a navegantes

martes, 20 de diciembre de 2011

La falta de respeto a los hombres-topo


Por Tersites


Uno de los pilares sobre el que nos gustaría edificar nuestro pensamiento pasa por la puesta en valor de la razón frente a las creencias impuestas por la tradición, la superstición y otros intereses menos evidentes. “Sería bueno que la Ley de Dios sea decisiva en las decisiones públicas” declaraba el cardenal Rouco Varela, máximo representante del catolicismo en este país, heredero de una tradición centenaria de acumulación de riqueza, manipulación del poder y perversión de la maleable materia gris patria hacia axiomas morales dudosamente éticos. Éste es el contexto que respiramos aquí; una aplastante –asfixiante incluso- influencia Católica frente a la posible repercusión de otras confesiones, creencias y supersticiones varias.
Desafío desde este momento el argumento, por llamarlo de alguna manera, que me acusará de atacar la religión Católica y de no atreverme con el Islam; mi opinión es aplicable a cualquier creencia irracional –incluida el Islam, el Budismo, los Adventistas del Séptimo Día o la Santería cubana–, pero la que conozco, la que me ha tocado vivir (sufrir) y la que está en mi mano cambiar es esta. La Constitución del 78 por su parte, establece en su Artículo 16.3. que Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Para añadir después que Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. La cita expresa de la religión Católica es ya de por si llamativa, pero es que yo no estoy de acuerdo con que el Estado tenga que tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad, más allá de que deba garantizar la libertad de pensamiento. La matización, a mi juicio, sobra.
Una segunda aclaración se hace necesaria. Yo voy a hablar tanto de la creencia de un ser superior que explica la creación del mundo -y con él un sistema de valores que establecen lo que esta bien y lo que está mal-, como de la religión como institución terrenal tangible y bien tangible, que se proclama interprete en exclusiva de aquel sistema. La primera cuestión podría ser debatible en términos racionales: la existencia o no de Dios admite discusión serena, si bien enseguida se entra en un callejón sin salida. Richard Dawkins en “El espejismo de Dios”, que mi compañero de penas en este blog cita en la anterior entrada, repasa brillantemente los argumentos teleológicos a favor y en contra para concluir que es mucho más probable la inexistencia de Dios que su existencia. En cualquier caso es una cuestión de probabilidades, sin ninguna influencia física posible en el mundo de los mortales más allá de la que estos mismos quieran inflingirse. Estoy de acuerdo con el señor Dawkins y en cualquier caso, ¿quien soy yo para discutir a Don Richard?
Sin embargo, no es tan sencillo separar el debate de la existencia de Dios de la actuación de sus intermediarios en la tierra. La iglesia, al fin y al cabo, se ha apropiado de Dios, le saca lustre y cuida de que nadie tergiverse su imagen cuan representante de Cristiano Ronaldo. A través de la teología ha criado en su regazo cualquier intento serio de referirse al tema. La teología es la única ciencia que estudia un segmento de la realidad que nunca ha sido observado ni comprobado (vamos, que su objeto de estudio no se puede decir que exista), por no hablar de su capacidad de corrección y de asimilar nuevos conocimientos que atañen a su ámbito (conocimientos que, como ya sabemos, no existen en el mundo observable y que por tanto crean los propios teólogos). Tengo serias dudas de que cumpla alguno de los requisitos que definen a la ciencia salvo la terminación en “logos”.
Porque, amigos, la conciliación entre ciencia y religión es un imposible por más piruetas gramaticales y retorcimiento de las ideas que hiciera Santo Tomás, de hecho representan hechos antagónicos, irreconciliables y mutuamente excluyentes. Hablo de la religión de los axiomas y los sacramentos, no de la discusión sobre la existencia de Dios que cae en el ámbito de la filosofía y la lógica y que ya hemos visto que ha sido en cierta manera fagocitado por la teología. La sana práctica de la razón desintegra la misma esencia de la religión cuan Fairy desintegra la grasa: Si la religión se basa en la fe –que no es otra cosa que creerse que le dicen a uno sin pedir ninguna evidencia- la ciencia tiene como causa de su ser mismo esencialmente la evidencia, es su materia de trabajo. Si la religión no admite el debate ni la duda ante sus supuestas verdades, la ciencia avanza y se alimenta precisamente de la discusión, del escepticismo y la constante puesta en duda de lo que sabemos. Si la religión aboga por el oscurantismo, la iniciación mediante ritos, el secretismo y el coto al alcance del conocimiento (¡Ay! ¡Ese árbol del conocimiento!), la ciencia adquiere su fuerza de la publicidad, de la acumulación del saber, de la curiosidad incansable, de la capacidad de imaginar nuevos mundos y de la fluidez de la información. Tal y como yo lo veo son dos posicionamientos contrapuestos que nos llevarán a uno u otro futuro, pero que conviven en constante conflicto irresuelto.
La iglesia pronto se dio cuenta de que no había negocio en apelar a la razón de sus futuros clientes, así que, cuando las primeras luces del renacimiento pusieron su modelo en entredicho con la Reforma Protestante, decidieron concentrar sus esfuerzos en una nueva estrategia digna del prime time de Telecinco. Con el Concilio de Trento en 1545 la iglesia presenta un discurso, basado en un elaborado programa iconográfico, que apela a las tripas en vez de a la cabeza: todo en su parafernalia debe inflar los sentimientos, se refuerza la parte más escatológica y sangrienta de las escrituras –la pasión sustituye a los milagros como top-ten del ideario católico- La Semana Santa, con su exaltación de la muerte, adquiere una importancia mayúscula y las figuras se recrean en las carnaciones, las heridas, los gestos de sufrimiento infinito, las pasiones desatadas en definitiva. Todo lo que contribuya a alejar al fiel del pensamiento racional es bienvenido, todo lo que hinche como un globo su parte emotiva, incentivado. ¿Adivinan quien fue uno de los más entusiastas defensores de los postulados de Trento?, efectivamente: el Reino de España, que recita en éxtasis las palabras “sentimiento”, “raza” y “poderío” sin la menor sombra de autocrítica. Y así, como burrillos tras una zanahoria, en este país nos hemos ido alejando de la funesta manía de pensar, de cuestionar, de mantener la cabeza fría y objetiva a la hora de tomar decisiones, acometer iniciativas o elegir a nuestros gobernantes. En este país donde se defienden los colores a muerte “manque pierda” la iglesia ha encontrado, a través de los peores políticos posibles, el caldo de cultivo ideal para plantar su semilla y florecer, imponiendo su dictadura del pensamiento sin encontrar apenas resistencia, y si la había, era aplastada con la connivencia del grueso de una población hiperemotiva y manipulable.
Y llegamos así, a uno de los caballos de batalla de esta guerra: el gran triunfo de la iglesia es la normalización de lo que en circunstancias normales sería inaceptable, el “esto–ha-sido-así-de-toda-la-vida” del amigo Excusatio. Propongamos un experimento: si a usted, ciudadano de clase media de una ciudad de España, se le presenta un tipo diciéndole que existe un submundo de hombres-topo que habitan en la corteza terrestre hueca bajo nuestros pies y que son portadores de un conocimiento místico, usted con toda probabilidad, se reirá en sus narices y le mandará a la mierda o al siquiatra, dependiendo de sus valores cristianos. Pues bien, esta afirmación tiene exactamente el mismo sustento lógico que los hechos que la Iglesia Católica declara irrenunciables (hablo de concepciones inmaculadas, hombres que resucitan y andan sobre líquidos de menor densidad que el cuerpo humano o paraísos donde no se sabe bien que se hace o cuales son los requisitos de inclusión según me convenga). La diferencia fundamental es que usted ha asimilado como normales las afirmaciones de la Iglesia. El cuestionamiento crítico que utilizará en la teoría de los hombres-topo ha sido inutilizado en el caso de los axiomas católicos. ¿Como han podido hacer eso? ¿Nos han echado algo en el agua? ¿Se trata de una hipnosis colectiva? Los mecanismos son más sencillos que todo eso. Adelantamos que tienen mucho que ver con el interés de la iglesia por hacerse con la educación y con el amodorramiento que sentimos cuando se trata de cuestionar lo que trae la inercia de la costumbre, esa costumbre en la que nos sentimos seguros y calentitos y que además enraíza íntimamente con nuestra identidad.
¡Ay de usted si se le ocurre cuestionar a estas alturas los preceptos revelados! La religión ha encontrado la trinchera perfecta en la corrección política. Si las mismas risas que dedicó al defensor de los hombres-topo las dirige a quien afirma que Dios es uno y trino a la vez, faltará tiempo para que le amenacen con el respeto. El respeto es una mordaza perfecta, indiscutible, salvo que uno quiera parecer un insensible cavernícola ¿Entonces, en virtud del respeto nada de lo que digan estos señores es discutible o susceptible de mofa por muy absurdo que sea? ¿Herir los sentimientos religiosos es el peor de los pecados? Habrá quien diga que si no quieres que se rían de tus creencias no tengas unas creencias tan absurdas, yo añado que el destinatario natural del respeto es la persona –en esto es un reflejo de su dignidad- pero NO sus ideas. Las ideas han de poder ser discutidas e incluso ridiculizadas, en caso contrario caeremos en un inmovilismo peligroso cuando no directamente en su imposición.
 Pero la religión -me dirán- responde al fin y al cabo, al anhelo inmemorial del ser humano por comprender su sentido en el teatro de la vida, ofrece alivio al vacío que se siente en la soledad del universo y llena la desazón que supone la certeza de la muerte. Todo eso esta muy bien, pero es más turbio cómo y de que manera, que diría Serrat. El ratoncito Pérez también consuela a los niños que pierden un diente de leche, pero no por ello asignamos una casilla en la declaración de hacienda para financiar a la iglesia del ratoncito redentor. Ocurren dos cosas. La primera es que las explicaciones que la religión ha dado a todas estas preguntas son, sencillamente, mentira o por lo menos carentes de toda certeza de verdad. El avance del hombre, su bendita curiosidad, ha ido poco a poco explicando el rayo, la lluvia, la electricidad o la física cuántica –en esa faena estamos- Curiosamente uno de los principales escollos para el avance del conocimiento es la religión (¡¡¿¿pero no quería aliviar los anhelos del ser humano??!!) que pone el grito en el cielo cuando oye hablar de células madre o de evolución en los casos más sangrantes. Si usted esta dispuesto a renunciar a la verdad a cambio de pomada para las heridas es usted muy dueño, pero sepa que pagará con su capacidad crítica y eso le hará manipulable y con tendencia ser engañado y desplumado.
La segunda se llama el argumento de la navaja de Occam, que viene a decir que si hay varias explicaciones para un mismo hecho, la más sencilla será, probablemente la correcta. El hecho aquí es la religión. Podemos suponer que un ser invisible dotado de ubicuidad, poder absoluto, sin inicio ni fin, creó un universo inabarcable, y escogió a ciertos seres de un planeta ínfimo en la esquina de una galaxia no demasiado importante para ser su imagen y semejanza, y que además, los únicos capaces de interpretar sus designios –siempre ambiguos y sospechosamente coincidentes con la mentalidad de la época en la que se manifiestan- son unos pocos individuos aparentemente idénticos a nosotros, y que se contradicen y pelean entre si. Esta sería una explicación, pero hay otras.
También podemos suponer que hay gente que se aprovecha del miedo a lo desconocido que todos padecemos para acaparar poder, riqueza y prestigio.
Podemos suponer, sin contradecir la anterior suposición, que cuando alguien en una sociedad acapara demasiado poder –normalmente por arrear yoyah de aquí te espero- necesita justificar con razones un poco más convincentes sus privilegios y casualmente a alguien le es revelada la verdad de Dios quien, casualmente, tiene el capricho de derramar su gracia sobre el soberano, quedando así sancionado por gracia divina indiscutible (y hereditaria)
Podemos argumentar que en la carrera evolutiva un simio desarrolla la consciencia de si mismo y del mundo en el que vive, que paralelamente evoluciona la sociedad en que se organiza. Vamos a suponer que con ese desarrollo se potencia la capacidad comunicativa entre los individuos de la sociedad, hasta el punto de que aparece el lenguaje. Con el lenguaje se produce un efecto muy curioso; se pueden invocar cosas que no están delante ¡un momento! ¡Incluso pueden invocar esencias de cosas, y no una cosa física concreta! Ya no existe esa piedra, existe el concepto de piedra. Eso me lleva a pensar que no todo ha de ser físico, también puedo imaginar el concepto de dureza o el de frío, o el de bondad, el de bien y mal. La imaginación puede incluso tender a infinito… ¿Como sería la bondad absoluta? ¿El tiempo absoluto? ¿El poder absoluto? Me duele la cabeza, es necesario crear un concepto que aglutine lo que tiende a infinito, si es bueno lo llamaré Dios, si es malo demonio. Me voy a dormir.
Todas estas teorías explican la religión. Elija la suya.
Pero hay más. Hay hechos. Y una ciencia de verdad, esta vez si, la Historia, se empeña en contradecir, con su maldita exigencia de evidencias y su método científico -y de igual manera que la física de fluidos le pone pegas al pasaje del Testamento donde un señor camina sobre las aguas- lo que dicen los sacerdotes. Resulta que, para empezar, las religiones son hijas mortales del tiempo que les toca vivir, (¡cachis!, relatividad-1, axiomas 0), que no hay ni rastro de episodios que las infalibles santas escrituras relatan (¿cómo que los judíos no hicieron ninguna diáspora desde  Egipto??, ¿¿que quieres decir con que no existe ni rastro de la autenticidad histórica de Cristo?? Evidencias-0, imaginación desbordada-1), que, de hecho la transformación evolutiva de muchos de los memes que forman la religión puede ser rastreada y explicada por medio de la lógica. (Evolución-1, creacionismo-0, :-P).
La actuación de la religión en épocas más oscuras debería ser suficiente para agotar su crédito, pero vamos a llegar al siglo XX, para que no se me acuse de cargar contra un modelo obsoleto de la religión. Quizá los orígenes fueron discutibles, si, pero la iglesia se ha adaptado a los nuevos tiempos y tiene su lugar en la actualidad. Lamento desilusionarlos pero va a ser que no. Si por algo merece ser recordado el siglo XX es por el avance del conocimiento científico por un lado y por el reconocimiento de los Derechos Humanos por otro y el XXI debería serlo por universalizar estos logros (no hemos empezado muy bien, pero en fin). Ya hemos visto que la religión no es la mejor amiga del avance científico (ni del pensamiento racional en general) y se ha dedicado a meter palos en los radios de los sufridos científicos. En cuanto a los Derechos Humanos, hagamos un poco de memoria. La semilla que originó que alguien pensase que existen ciertos derechos inherentes a todo ser humano fue otra idea muy simple pero revolucionario: el concepto de individuo. Por difícil que pueda parecer, la consideración del individuo diferenciado del resto, portador de derechos y obligaciones es una construcción moderna, concretamente del siglo XVI, específicamente del ámbito de la Reforma Protestante (¿van viendo a dónde quiero llegar?). Las consecuencias del descubrimiento de la noción de individuo y el reconocimiento de los derechos que responden a su dignidad conlleva, entre otras cosas, la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, pero es que además estas ideas irredentas exigen para poder desarrollarse en su plenitud, la efectiva separación entre Iglesia y Estado. ¡Habrase visto tamaña desvergüenza!. ¡Lean!, ¡lean lo que dice el Papa Pio IX en su encíclica Syllabus en 1864!:
“(…) Las cuales opiniones, falsas y perversas, son tanto más abominables, cuanto miran principalmente a que sea impedida y removida aquella fuerza saludable que la Iglesia Católica, por institución y mandamiento de su Divino Autor, debe ejercitar libremente hasta la consumación de los siglos, no menos sobre cada hombre en particular, que sobre las naciones, los pueblos y sus príncipes supremos; y por cuanto asimismo conspiran a que desaparezca aquella mutua sociedad y concordia entre el Sacerdocio y el Imperio, que fue siempre fausta y saludable, tanto a la república cristiana como a la civil (Gregorio XVI, Epístola Encíclica Mirari 15 agosto 1832). Pues sabéis muy bien, Venerables Hermanos, se hallan no pocos que aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio que llaman del naturalismo, se atreven a enseñar «que el mejor orden de la sociedad pública, y el progreso civil exigen absolutamente, que la sociedad humana se constituya y gobierne sin relación alguna a la Religión, como si ella no existiesen o al menos sin hacer alguna diferencia entre la Religión verdadera y las falsas.» Y contra la doctrina de las sagradas letras, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan afirmar: «que es la mejor la condición de aquella sociedad en que no se le reconoce al Imperante o Soberano derecho ni obligación de reprimir con penas a los infractores de la Religión Católica, sino en cuanto lo pida la paz pública.» Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia Católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil.»
Como diría Luis Escobar ¿acojona eh?, pues ahora vuelvan a leer la noticia que encabeza este artículo, que data del 8 de diciembre de 2011 (una semana después de que se escriban estas líneas), donde Rouco demuestra la capacidad de adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos. Si esto no les parece suficiente para mantener que la Iglesia esta en las antípodas de los Derechos Humanos, permítaseme recordar la actuación ejemplar de la curia en las grandes dictaduras del siglo veinte; la connivencia con la alemania Nazi o la directa inspiración y ejecución de las de Franco, Pinochet, Salazar o cualquier otra de corte fascista. Es cierto que ha habido tímidos acercamientos al sentido común, sobre todo a raíz del Concilio Vaticano II, pero su incapacidad para abrazar abiertamente la filosofía de los Derechos Humanos radica en que ambos pensamientos nacen en mundos opuestos; los mismos que oponen racionalidad e irracionalidad, absolutismo o relativismo, caridad y justicia social, fe y razón. Eso y que su reconocimiento supone una merma fundamental del poder terrenal de la iglesia, siendo más prosaico.
Por otro lado los intentos de apertura del Vaticano quedaron en papel mojado desde el papado de Juan Pablo II, quien procuró con todo su empeño devolver al mundo de nuevo al siglo XVII pero aprovechándose de los avances del márketing del XX. Mientras lee esto (gracias por llegar hasta aquí) la Iglesia es una institución que:
-       Es de un machismo recalcitrante, donde la mujer debe someterse al marido y dónde el principal fin del matrimonio es la reproducción (según el código canónico la esterilidad es causa de separación, los malos tratos no). El poder fáctico en la jerarquía eclesiástica sólo puede ser ocupada por hombres. Por supuesto, el divorcio ni probarlo (a ver si vas a empezar a cuestionar mi poder para que Dios a través de mi os junte irremediablemente)
-       Padece una homofobia galopante, donde los gays son objeto de un odio visceral, alimentado por patrañas como la que dice que la homosexualidad pone en peligro la familia tradicional o que existe un plan en la UNESCO para volver homosexual a la población. Tanto esta actitud como la del anterior punto tienen su explicación alternativa (acuérdense de nuestro amigo Occam): es muy difícil convencer a un adulto formado y sin intoxicar de que haga lo que uno mande y se crea lo que uno dice sin más. Es mucho más fácil moldear los impresionables cerebros de los infantes, introducir preceptos antes de que su capacidad crítica esté desarrollada y que una vez adultos e inoculados los transmitan a sus descendientes, especialmente el sentimiento de culpa del que tiraremos como se tira de la correa del perro cuando se desmanda (cortesía del pecado original). El problema es que los gays no pueden tener descendencia.
-       La iglesia, y casi cualquier religión en general, ha conseguido convertir el sexo en algo de lo que avergonzarse, algo sucio y desagradable, algo que se resbala hacia lugares sórdidos, algo que debe reprimirse y a lo que se debe incluso renunciar. Las consecuencias van desde los más variados complejos y perversiones (que quizá solo sean perversiones a la luz de los pervertidos ojos católicos) hasta los más complejos problemas mentales, esos que pueden llevar a alguien a abusar de un niño (ejem). El retorcido proceso mental que lleva a alguien a pensar que Dios quiere que nos reproduzcamos como conejos pero maldice la herramienta para hacerlo se me escapa.
-       Se opone ferozmente a cualquier clase de aborto, con la única argumentación de que va contra la voluntad de Dios que es el único que tiene poder sobre la vida, enrareciendo lo que debería ser un debate sereno hasta el paroxismo. Despreciando cualquier evidencia científica, cualquier razonamiento sensato o cualquier circunstancia atenuante. 
Si usted se declara católico no practicante y tiene el criterio de discutir alguna de estas perlas, piense si quiere pertenecer a un club que defiende estas posturas en su ideario, que lo hace desde la superstición y que es históricamente una rémora para cualquier tipo de avance. Si usted no es católico –o directamente ateo- tendrá que aguantar que el país del que es usted ciudadano, firme con una secta que cree en un personaje imaginario un convenio que ha supuesto un saqueo a las arcas públicas de casi 10 millones de euros solo en 2011, que el 0,52 de su IRPF se destine a engrosar sus cuentas si no dice usted lo contrario, que acapare un aparte inmensa de territorio nacional, que no pague IBI entre otros impuestos, (Artículo IV acuerdos con la santa sede 1979)* que tenga capacidad de registrar propiedades a su nombre sin preguntar ni pasar por el Registro Civil, que imponga una asignatura de religión en el programa escolar –consistente en puro proselitismo-, que elija a los profesores (pero por supuesto que su sueldo salga de sus impuestos), que se lucren con bienes que forman parte del Patrimonio Histórico del país, que pidan abiertamente el voto para un partido político, que condenen leyes, que organicen tinglados que paralizan ciudades a costa de su ayuntamiento, que formen parte de los consejos de los hospitales vetando cualquier intento de proporcionar una muerte digna a pacientes terminales, que tengan reconocido un país en el corazón de Europa sin el menor atisbo de democracia (es uno de los cinco países del mundo que admite no serlo y que se constituye como una Monarquía absoluta electiva teocrática) y con una política fiscal y financiera más que dudosa. Que actúen como verdaderos macarras de la moral condenando y amenazando con absurdas excomuniones a quien no acate sus postulados, cuando todas y cada una de las encuestas demuestran que los países más religiosos son los que tienen los índices de criminalidad más elevados y viceversa.
Todo ello es demencial y da para volverse loco, pero recuerden que lo último que se pierde es el sentido del humor y el humor es una de las cosas que más les jode.

*De esto tengo mis dudas, agradecería aclaraciones

Actualización: cita del Papa Ratzinger en la misa del Gallo de 25 de diciembre de 2011: "si queremos encontrar al Dios que ha aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón ilustrada. Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios" (vía www.http://www.destejiendoelmundo.net/). Sin comentarios


Actualización 2: Me veo obligado a corregir la asignación del 2011 a la Iglesia Católica...al alza, en virtud del BOE del 22 de Diciembre de 2011, donde se dice que el Estado entregará, mensualmente, a la Iglesia católica 13.266.216,12 euros. Si, yo también estoy tratando de asimilar la información.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La Guía del Conejo Rouco para Ya-Sabes-Qué

Por: Excusatio non petitas

En el episodio 23 de la tercera temporada de "Los Simpson", llamado "El amigo de Bart se enamora", la señorita Krabappel enseña un documental de educación sexual a la clase de Bart ("Fuzzy Bunny's Guide To You-Know-What", en español traducido como "La Guía del Conejo Pepe Para Ya-Sabes-Qué"), presentado por el ínclito Troy McClure ("Quizá me recordáis por otras películas educativas como 'Pintura con plomo: deliciosa pero mortal' o 'Aquí llega el sistema métrico!'"). Pero antes de proyectarlo, pide a Ezequiel e Ismael que, por petición de sus padres, salgan de la clase y recen por las almas de todos los demás en el pasillo. Los guionistas añaden esa coda (uno de tantos detalles que convierten la serie en una obra maestra) para señalar que no solo los padres no quieren que Ezequiel e Ismael tengan ningún tipo de acercamiento a una educación sexual (¡ni siquiera si es narrada por Troy McCLure!), sino que incluso les piden elevar plegarias por sus compañeros de clase, señalando que algo impuesto por el sistema educativo choca con las pautas que ciertos padres quieren inculcar a sus hijos hasta tal extremo que hacen a los niños partícipes activos de esa protesta. Probablemente no vayan muy desencaminados y se basaran en casos reales en América.

Llamadme friki, pero ese momento de la serie me pasó por la cabeza hace año y medio en un situación netamente igual, solo que contraria. A riesgo de marcar una pauta en estas letras juntadas que perpetro sin periodicidad ni obligación alguna, me temo que voy a introducir de nuevo, esta vez de manera indirecta y no presencial, a mi hijo. Al iniciar Primaria, dentro de la lista de asignaturas escolares aparecía entre col, Conocimientos del medio, Matemáticas e Inglés, una lechuga en forma de recuadrito aparentemente inocuo denominado "Religión". Durante los tres años de Infantil se había soslayado el asunto, pero ahora emergía como badén en el camino y Excusatio y señora tuvieron que hacer ya el movimiento de comentar a los tutores que en esa hora Excusatio Jr. abandonara el aula y, aunque no fuera necesario que rezara por ningún alma inmortal (¡¡de eso se trataba!!), fuera acogido temporalmente en otras clases y aprovechara el tiempo. Así, como los padres springteinianos de Ezequiel e Ismael, una imposición del sistema educativo que contrastaba con los valores que queríamos inculcar a nuestro vástago hacía que hubiera una anomalía en la pauta semanal, provocando una diferencia explicitada con el abandono temporal de la clase. Es gracioso reírse de los padres fundamentalistas de la serie, pero en ese momento estábamos sufriendo la misma problemática: no había una lista de opciones entre las que elegir, sino que había ALTERNATIVAS a una imposición en la educación. Alternativas dictadas por una ley, de forma que Excusatio Jr. no pudiera, en esa hora, realizar avances con respecto a sus compañeros asistiendo a clases en las que se dieran materias nuevas para él. Básicamente se trataba de ir a otras clases de cursos anteriores y dedicarse a colorear dibujos de Pokemons.

Debo exponer que hay una diferencia entre la problemática de los papás de Ezequiel e Ismael y las del matrimonio Non Petitas: considero diferente que a los niños se le enseñen ciertos aspectos en materia de educación sexual por parte de Troy McClure que que se le enseñen ciertos aspectos en materia de adoración a otro ser igual de imaginario que Troy McClure. Lo primero termina concurriendo en unos adolescentes más responsables, menos acomplejados, más contentos con su sexualidad y, a la postre, con menos posibilidades de convertirse en padres (ya tendrán, en la edad adulta, muchas oportunidades para modificar esos cuatro parámetros); lo segundo conlleva en el mejor de los casos un acercamiento a las creencias religiosas de sus progenitores y en el peor un cacao mental. El problema aquí es la consideración de la asignatura de Religión como algo que hay que esquivar si no se desea para tu hijo, no algo que pueda ser elegido en caso de que si se desee para tu hijo. Es el badén que he comentado, no una vía alternativa en la carretera. Es otro clásico de nuestro país, otro "esto-es-así-de-toda-la-vida-de-Dios", nunca mejor dicho, algo a lo que hay que enfrentarse tarde o temprano y que escapa de toda consideración medianamente lógica. Como mucho, alrededor del asunto se parametrizan anomalías, adecuadamente procedimentadas en leyes de Educación, cuando con lo que estamos tratando es en realidad una anomalía en si misma. Mi acento lo pongo en el deseo de los padres de que se dé esa educación. De ese deseo tiene que surgir un movimiento para llevar esa educación al colegio, no un concepto que se dé ya por defecto incluido en el sistema y que exija a las personas que no desean dar esa educación realizar ese movimiento de finta, poniendo el intermitente y apartándose del camino del badén.

Richard Dawkins en su libro "El espejismo de Dios" considera más pernicioso para la infancia una exposición temprana a los conceptos religiosos que otros temas aparentemente más perjudiciales como los abusos sexuales en la Iglesia Católica. Su argumentación es relativa a la escala, pues son de un orden superior el número de niños acomplejados y sufrientes de los preceptos del proselitismo inherente a toda educación religiosa, sobre todo en el pasado, que el de niños violados por curas pedófilos. Por supuesto, es una clara bautade: cualquier cacao mental que sufra un niño por recibir la asignatura de Religión provocará un daño menor que el ocasionado por las manos de un cura rijoso. Pero como toda bautade no deja de tener un cierto poso de sentido y sirve para hacernos ver que lo que creemos que es algo natural e inocuo no tiene por qué ser ni una cosa ni otra. Yo no llego a esos niveles, pues no creo que sea tan pernicioso para un niño al que sus padres deseen dar una educación religiosa que reciba esa información, pero no tiene vuelta de hoja la intención de esa hora semanal de Religión. Aquí no estamos hablando de una asignatura en la que se enseñe la Historia de las Religiones. Tiene que quedar claro que considero esta última asignatura necesaria y obligatoria para entender muchas de las cosas que sucedieron, suceden y sucederán, aparte de adquirir conocimientos de cultura general. Pero esta asignatura se ha de dar mucho más tarde, articulándola con otras materias. En muchas ocasiones, la Historia de las Religiones es esencialmente la Historia. La asignatura que se le da a los niños de 7 años no tiene nada que ver con la explicación de la Contrarreforma, sino con la reiteración semanal, por si en casa no se hace con demasiada frecuencia (poned un alfiler de recordatorio en este concepto, que más abajo incido en él), de la existencia de un Ser Supremo que nos creó. Esto es así, por mucho que se le quiera dar vueltas: la asignatura de Religión consiste esencialmente en inocular la idea de la existencia de Dios. La forma en que se articula, contando historias infantiles pasajes de la Biblia no deja de tener ese fin.

"¡Pero si son solo cuentos lo que se les enseña!", opinan otros padres. ¿Cuentos? Si existiera la asignatura “Fábulas de Esopo” no tengáis la más mínima duda de que mi niño asistiría a ellas. El problema es que en esos supuestos cuentecillos inocentes uno de los personajes no deja de ser un Ser Superior al resto, pues fue él quien los (¡¡te!!) creó, a quien hay que rendir pleitesía, por lo que parece entenderse, pues tiene pinta de ser un pelín intransigente con ciertas conductas, además de caprichoso, cruel y déspota. ¿Cuentos? -La orden de Yahvé a Abraham de matar a su hijo ("¡Que no, que era una broma, hombre!")? -La conversión de la mujer de Lot en estatua de sal ("¡Por curiosa, más que curiosa!")? -El antecedente del torture porn con las putadas a Job? -El asesinato de bebés regordetes primogénitos en Egipto? ¡¡Joder con los cuentos!! Por no entrar en otro de los aspectos; las oraciones (no, no las de sujeto, verbo y predicado, no, las otras), que vuelven a inocular de nuevo la idea de alguien superior como ser a ti, pues te están diciendo que estés donde estés las oirá.

¿Por qué lo llamamos Religión cuando queremos decir Catequesis? ¿Por qué una idea tan racional como que todo este tinglado debería quedarse en el ámbito de la privacidad y no articularse como asignatura escolar no se plasma en nuestra sociedad? Aparte de la eterna cagada en los pantalones de los Gobiernos PPSOE con el tema (hace tiempo que se deberían haber dado un puñetazo sobre la mesa; y sí, os señalo a vosotros, socialistas), me temo que hay una inercia social que impide que la cosa prospere: los católicos no practicantes, lo que algunos llamamos católicos vagos. Los católicos pata negra son pocos, poquísimos. De verdad. Hablo de los verdaderamente consecuentes, y no necesariamente de los fanáticos. Lo de "las iglesias están llenas los domingos" que comentan algunos podemos decir, a riesgo de pecar de condescendientes, que es una afirmación que contiene una cierta exageración con respecto a la realidad. Vamos, que no, que no están llenas. La práctica del catolicismo en España ha ido derivando durante las últimas décadas a realizar una fiesta para tu bebé, realizar una fiesta para tu niño, realizar una fiesta cuando te casas y realizar una fiesta cuando te mueres. Y poco más. Son minoría, y cada vez más, los católicos a secas, sin coletillas autoexculpatorias, los que ejercen regularmente los trámites inherentes a seguir una religión, en concreto estos prefectos católicos. Pero no dejan estos católicos vagos de tener una fuerza social silenciosa y formar esa mayoría asfixiante: por eso hablo de esta rama concreta del inmenso baobab de la creencia en Dios que venimos a llamar Iglesia Católica y no del resto del follaje, ramillas esqueléticas en este país. Existe una cierta manera de hacer las cosas que sigue teniendo una inercia y es tan sencilla como que la Religión se estudia en la escuela; igual que enseñan a los niños a sumar y multiplicar, a decir "gato" en inglés y a conocer las partes de su cuerpo, les enseñan que existe un señor con barbas blancas y luengas en el cielo que nos creó a todos. ¡¡Hombre, no voy a llevarles a Catequesis los fines de semana en la parroquia, pudiendo estar en casa calentito, si en el colegio ya enseñan estos temas!! ¡¡Y sin necesidad de pagar por actividad extraescolar!! Y el que no quiera que a su niño le cuenten inocentes fabulillas de destrucciones de ciudades por ser pecaminosas y no alabar al verdadero Dios, pues que se vaya a dibujar a Bob Esponja mientras tanto.

Al igual que sobre la Monarquía, este tema poco a poco irá cambiando con las siguientes generaciones. Toda inercia no deja de ser el residuo de un movimiento anterior que ha perdido fuerza. Si ya ha sido un cambio la aparición de esa mayoría consistente en los católicos vagos, con la elección de ritos dependiendo de las ganas de ir o no a la Iglesia y del ágape posterior, entiendo que los hijos de estos católicos vagos, por mucha Catequesis disfrazada de asignatura seria que les hayan inculcado de pequeños, se rascarán la coronilla y dirán que de qué íbamos. Y mientras tanto, los padres que preferimos que nuestros hijos tengan una serie de valores morales cuyo eje no gire ni se sustente en la creencia en un Ser Superior, sino en la propia esencia del Ser Humano, en el Respeto, en la Decencia y en la Razón, tendremos que seguir poniendo cara de póker y aceptando a Dios como animal de compañía.

martes, 22 de noviembre de 2011

Papá, este señor me quiere gobernar


Me cagüen esta vida
que acabo de empezar.
Me cagüen este día
y me cagüen este par
de juláis que esperan
la felicidad
trayendo a este mundo
a uno que no pidió entrar

Los Enemigos

Uno nace, crece e indefectiblemente llega un punto en que reniega del mundo en el que le ha tocado vivir. Es un argumento cobarde, pero algo de razón lleva: A mi nadie me ha preguntado antes de traerme aquí si me parecía bien. Efectivamente; nos sueltan por la vida empujados por el instinto de reproducción, la realización personal y, en algunos casos, la sincera intención de regalarnos la oportunidad de vivir. Con la edad esa breve fase de rebeldía vital se torna en agradecimiento, pero la pregunta sigue vigente y es válida.

Lo que cambia es el destinatario.

Hay cosas que, sencillamente hay que aceptar que son así. Otras, sin embargo, apelan al deber ético de tratar de cambiarlas por injustas. Casi cualquier construcción antrópica es susceptible de ser criticada, mejorada o abolida por medio del inconformismo guiado por el sentido de la justicia. Grandes palabras estas para ser pronunciadas a la ligera.

Empecemos por el principio. Vamos a dar por sentado que el hombre es un animal gregario y que es en conjunción con otros hombres como mejor sobrevive al tiempo que le toca vivir. Asumiendo pues que estamos condenados a entendernos y que tirarse al monte no es la solución, hemos de enfrentarnos a quienes sacan partido a la situación a costa del prójimo. Bien por tener un palo más grande o un cuñado en el ayuntamiento, no faltará alguien sin escrúpulos que quiera aprovecharse de una situación de poder. Pero, ¿es lícito que una persona detente poder sobre otra? ¿En que circunstancias ese poder es un medio de satisfacer el hambre de dominio sobre los demás y en cuales ese poder es un medio para organizar mejor la comunidad? En definitiva, ¿cuándo es un poder legítimo y cuando es nuestro deber intentar derribarlo? En estas nos vemos.

La segunda premisa sobre la que calzaremos esta mesa viene a decir que todos los hombres nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, y si usted piensa que una persona por nacer en determinado lugar, de determinado color o con determinado sexo tiene menos derechos o dignidad que usted, probablemente no tengamos mucho más que decirnos, pero aún así apelare a su sentido de la empatía con los que son como usted (dos piernas, dos brazos, dos orejas y si le pinchan, ¿no sangra? William dixit). Si aún así esto no le convence es difícil que lo haga, pero lo intentaré aduciendo que todas las ideologías son relativas, frente a la cual lo más razonable es convenir ninguna puede imponerse a otra y por tanto todos los hombres nacemos libres e iguales en dignidad y derechos (esta argumentación le será especialmente odiosa al infalible Papa). Quedo abierto a la discusión en cuanto me aporte prueba concluyente de lo contrario. No concibo los Derechos Humanos como otra ideología más, sino como un ecosistema en el que todas ellas puedan convivir (con la excepción, claro esta, de las que los contradigan abiertamente). Con esto concluyo que hay límites irrenunciables a la hora de elegir un sistema de gobierno: por mucho que 99 de 100 individuos voten a favor de esclavizar al único negro, tal decisión no sería lícita porque traspasa esa frontera.

Ya tenemos dos premisas: la necesidad de organizarnos en comunidad y un límite que la enmarca que son los Derechos Humanos. Ahora toca remangarse y elegir la mejor opción, o al menos la más justa. La respuesta tiene 200 años y quien mejor perfiló la idea se llamaba Jean-Jacques Rousseau en su Contrato Social. Allí se afirma que el poder que rige a la sociedad es la voluntad general que mira por el bien común de todos los ciudadanos. La idea que se destila del escrito es simple a la vez que poderosa y se contiene en el mismo título: la organización de la sociedad se ha de basar en un contrato de todos sus miembros que se comprometen de forma libre y voluntaria. No se trata aquí de ahondar en el pensamiento de Rousseau –ambiguo y sugerente en muchos casos- sino de reivindicar la simpleza del contrato en si.


Rousseau nos mira preocupado por
lo que hemos hecho con sus ideas

Antes de que Jean-Jacques iluminara las calvas de los ilustrados con su sentido común, quienes ejercían de facto el poder se las han visto y deseado para justificar su privilegio; La ley del más fuerte (sencilla pero de argumentación algo débil), la consanguinidad en línea ascendente con algún héroe mitológico y todos sus derivados sanguíneos (purezas de raza en general) y por fin, la más sofisticada construcción de un sistema de creencias sobrenaturales no sujetas a la comprensión terrenal que, curiosamente, apuntalan a un poder a cambio de privilegios a una clase sacerdotal (¿les suena?). Doscientos años después de que alguien desenmascarara tanta falacia seguimos en las mismas. Da que pensar el hecho de que muchas de las leyes de los cuerpos jurídicos de los países modernos, no tiene por objeto regular la relación entre ciudadanos sino de proteger a aquel frente al estado.

Llegados a este punto, retomo la pregunta que encabeza el escrito y proclamo: ¿Quien me ha preguntado a mi si acepto las reglas de este sistema?, pero se lo pregunto a quien detente el poder. Evidentemente no es posible que cada persona que se asoma al mundo pueda optar a firmar o no el contrato primigenio, no sería práctico. Así que, hasta cierto punto, esta realidad entraría dentro de aquellas que hay que aceptar en principio. Pero esto no significa que haya que resignarse a un contrato manifiestamente injusto o que ya no tenga el beneplácito de, digamos, una parte representativa de los contratantes. Habrá de ser lo suficientemente flexible como para dar cabida al natural cambio de los tiempos, con sus particulares inquietudes y sus naturales adelantos para que los que vienen cambiando el mundo no vean frustrada su intención de participar en él.

La teoría del contrato Social ha experimentado revisiones y adendas desde que Rousseau la formulara. Como tampoco pretendemos estar aquí a la cabeza de la investigación sobre filosofía del derecho, pido por adelantado disculpas por si mis razonamientos están superados (hagan sangre en el foro, no se corten!). Aún así me parece muy atractiva una figura que añade un valor añadido al famoso contrato. Se trata del Velo de la Ignorancia de John Rawls.

Copio de Wikipedia:

(…) las personas acuerdan las condiciones de un contrato que define los derechos y deberes básicos de los ciudadanos en una sociedad civil. La gran diferencia, sin embargo, consiste en que en el estado de naturaleza puede suceder que ciertos individuos (los más fuertes o talentosos) obtengan una ventaja sobre otros, más débiles o menos capacitados. Para evitar esto, Rawls establece que en la posición original se determinan representantes de los ciudadanos que son puestos bajo un velo de ignorancia, que como tal, les quita información acerca de las características moralmente irrelevantes de los ciudadanos por ellos representados. Por consiguiente, estas partes representativas no estarán al tanto de los talentos y habilidades, etnicidad y sexo, religión o sistema de creencias de sus representados. Este es el carácter que le da imparcialidad a la posición original, cuestión que el estado de naturaleza carecía.

En otras palabras (las mías): cuando uno firma el contrato negociará las cláusulas según le convengan, como es natural, pero además su estatus en la sociedad le puede dar un situación privilegiada para negociarlas, lo que provocaría que la justicia huyese despavorida una vez más por la puerta. Rawls propone una especie de juego en el que los participantes no saben de antemano lo que van a ser en el tablero, de manera que, a la hora de decidir las reglas, lo harán de la manera más justa. Si usted no sabe si va a nacer mujer, homosexual, presbiteriano o mulato (o banquero o marqués o rico por su casa) se guardará muy mucho de crear una sociedad donde cualquiera de estas circunstancias supongan un obstáculo para su completa realización.

Transplantando esta idea al mundo de los vivos, los actuantes deberían desarrollar un profundo sentido del bien común. No concibo otra forma de alimentar aquel más que por medio de la educación (pública y gratuita, con el permiso de Espe). Pero, me dirán ustedes, eso es una quimera, y tienen ustedes razón, pero también lo era la abolición de la esclavitud en el siglo I. Yo trato aquí de dilucidar que convierte a un poder en legítimo. A lo mejor tenemos que concluir que es imposible.

Resumo mis conclusiones:

-El poder legítimo es aquel que se deriva tan solo de un pacto entre las partes que componen una sociedad

-Ese pacto tiene como límites los Derechos Humanos

-El Contrato debe tener flexibilidad suficiente para poder adaptarse a la evolución de la sociedad que lo suscribe

-El pacto debe estar presidido por una conciencia social que se antepondrá al beneficio de cada individuo y buscará, en equilibrio con lo anterior, que todos puedan desarrollarse según sus inquietudes.

A lo mejor es poco y demasiado evidente, pero como advertimos al crear este blog, aquí se pretende volver a redefinir los conceptos mas sencillos y a partir de ahí, ir construyendo. En cualquier caso recuerden que lo último que se pierde es el sentido del humor

jueves, 17 de noviembre de 2011

Esto es así de toda la vida de Dios

Por: Excusatio non petitas

A veces es fácil explicar las cosas a un niño de 7 años.

-¿Que es eso de las elecciones, papá? - me dice mi hijo mientras se termina un yogur de postre. En la tele están emitiendo el sumario del telediario y han salido unos tíos con barbas perorando delante de convencidos entusiastas agita-banderines. Fregar los platos de la cena no me impide responderle.

- Dentro de poco vamos a elegir quien nos va a gobernar.

- ¿Algo así como el jefe?

- Sí, algo así.

Vale, dentro de poco NO vamos a elegir quien nos va a gobernar. Las elecciones son para constituir un parlamento (y, vale, también un senado), del que saldrá un presidente del Gobierno posteriormente, dependiendo de los votos, alianzas y demás marrullerías políticas. Pero la idea más o menos está clara. Entre todos los españoles, decidimos quien va a ser el jefe de todos nosotros.

Luego cae la bomba. Sí, a veces es fácil explicar las cosas a un niño de 7 años...

- Y al rey, ¿quién lo elige?

... y a veces no lo es tanto. Mientras coloco un vaso en el escurridor suspiro. ¿Por dónde empiezo? Es tarde, estoy cansado, aun me queda media pila por fregar y, con la que está cayendo fuera, experimentar ese momento tan especial en el que el-perrito-blanquito-algodonoso-adorable se convierte en el-puto-perro-de-los-cojones cuando toque bajarle a pasear. Porque la primera respuesta que sale es que nadie elige al rey, que simplemente por la unión de cierto espermatozoide que ha salido de cierto testículo (en este caso hay dos opciones) de un cierto ser humano varón con cierto óvulo dentro de las trompas de Falopio de cierto ser humano hembra, ¡ya tenemos un rey! Nada de subterfugios, elecciones y demás atrasos culturales. El caso es que no me apetece plantear esta noche estos conceptos. Comprendedme.

Así que le digo la verdad; o más bien, otro aspecto de la verdad.

- Al rey no lo elegimos. Nos vino impuesto. Unos señores hace mucho tiempo decidieron que teníamos que tener un rey.

Porque la cosa es así de sencilla. En general, entiendo que una inmensa mayoría estamos de acuerdo con las reglas de la democracia. A partir de ahí nos quejamos de su cumplimiento, pero partiendo de la idea de que la democracia más o menos es lo que vale para entendernos entre todos. Sí, ya sé que hay muchos que piensan que la democracia es eso tan bello en lo que vivimos hasta que votas TÚ, pero eso lo dejamos para otro día. El asunto primordial es que todos pensamos que elegir de alguna manera plebiscitaria a un presidente de Gobierno, como concepto, así, en plan figurita de Yadró para poner en la estantería encima del televisor, es algo muy bonito. Todos de acuerdo. El concepto "rey" ya es otra cosa. Ahí muchos, cada vez más, pensamos que el tema rey es algo precioso y molón, sí, pero para fantasear historias en plan "Juego de tronos". Como concepto real (del inglés "real", no "royal"), el asunto no tiene mucho recorrido en una sociedad que se quiere llamar así misma seria. Porque un rey no es más ni menos que un jefe de estado que no es elegido por votación, sino por vía hereditaria. Como mi padre fue rey yo soy vuestro Jefe de Estado. Es así, y punto.

Hay aristas que considerar. En Reino Unido y en algún otro país europeo también hay monarquías: ¿es que no son serios esos estados? La respuesta corta es no. No son serios. La larga es que no son serios porque son monarquías. Y la más larga es que no, no son serios porque son monarquías y dejando de serlo serían más serios. No me hagáis esgrimir el argumento de lo de si los demás lo hacen yo también me tiro por la ventana.

Aunque mirando mejor estas aristas, lo de la monarquía que sufrimos en este país tiene más gracia. Como dije, al rey no lo elegimos: nos vino impuesto... por Franco, el anterior Jefe de Estado. ¿Pero no habíamos quedado en que eres Jefe de Estado si tu padre lo era, que ese es el concepto de monarquía? Bueno, es que el anterior Jefe de Estado lo que hizo fue restaurar la Monarquía que la Segunda República había derrocado... Pero lo hizo con mucho cuidado, tomándoselo con calma, durante cuarenta años de dictadura... Pero entonces, ¿qué fue el franquismo? ¿No fue una prolongación de facto de la República, por mucho que nos hayan vendido una moto, si el Jefe de Estado no era un rey? ¿No fue de facto una Restauración en el 75 la muerte de Franco? ¡¡¡¿¿¿Pero alguien me puede decir cómo le voy a explicar esto a mi hijo sin que se ría de lo pardillos que somos???!!!

Otros esgrimen otro argumento: Jefe de Estado hay que tener, lo mires por donde lo mires. Alguien que, como dice Wikipedia, "representa su unidad y su continuidad ante el Estado mismo y el mundo". En otros Estados, ya que tenemos un Presidente del Gobierno, aprovechamos y le ponemos también la gorrita de Jefe de Estado. En otros, son dos personas diferentes. Da lo mismo. En nuestro caso, hay gente que piensa que qué mejor que una persona que haya sido desde niño preparado para ello. Hmmm, vale, compro el argumento. ¿Qué mejor que una persona así? Lo que ocurre es que mientras tú piensas en alguien de la Familia Real, y que la continuidad sea porque, literalmente, le sale de los cojones, en mi caso yo pienso que sería mejor otra persona, no sé, alguien culto, con estudios, idiomas, cierto pensamiento crítico. Y llega ese señor de la esquina, que nos ha oído hablar sobre esto y piensa que también le gusta la idea, pero que ni el príncipe de sangre azul ni mi plebeyo, sino su sobrinito, al que le están también preparando desde pequeño. ¿Qué hacemos si llega una cuarta persona? ¿Y una quinta? ¡Por mucho menos empezamos hace tiempo alguna guerra Carlista que otra! ¿Tiene más derecho el primero? ¿Basándose en que la Familia Real es un ejemplo de concordia (cofdivorcioinfantacof), buenas maneras (cofMarichalarcocainómanocof) o alta moral sin tacha (cofUrgandarínysuagujeritodemillóndeeuroscof)?

Alguien levanta la mano en el fondo de la sala: ¿que Franco no nos impuso al Rey? Al votar la Constitución, explícitamente los españoles del 78 eligieron la monarquía parlamentaria. Es una forma de verlo. Otra es verlo como parte del argumento son-lentejas. Que yo sepa, no se presentó un ramillete de posibilidades donde elegir, sino un único paquete que si quieres lo tomas y si no, lo dejas. Una Constitución en la que, entre derecho a trabajo y derecho a una vivienda digna, algún artículo por ahí nos definía el país así. Y, por supuesto, la parte importante del párrafo es "los españoles del 78". Gente a la que hay que agradecerle muchas cosas, sí, pero DEL SETENTAYOCHO. Hace un tiempo ya, ¿no?

También hay gente que no defiende directamente a la monarquía, pero que nos trata un poco como si fuéramos borderlines. "¡Justo! ¡Ese es el principal problema de España! ¡Con quitarnos la monarquía de encima solucionamos el paro, el acceso a la vivienda y demás lacras!". No, es evidente que no, que hay problemas más acuciantes que resolver que el de la Jefatura de Estado hereditaria. Pero eso no significa que tengamos que aguantarnos sin quejarnos de la incongruencia del modelo.

Y me temo que el gran enemigo del republicanismo es que la monarquia no representa un problemón al Estado español. Es una "institución", como la quieren llamar, que no sale excesivamente cara. Hacen su trabajito de representarnos por el mundo, ofician de payasetes sociales (que si las bodas, que si el Froilán, que si las infantitas, que ricas que son, cuchi, cuchi...). No ha habido escándalos especialmente llamativos (aunque Urdangarín apunta maneras). En definitiva, nos quedamos con la opción de resignación, muy probablemente apuntando al sentimiento de la Transición de no menear mucho el asunto, que nos quedamos sin democracia... Con el tiempo, la cosa madurará, y si es más o menos seguro que tendremos un Felipe VI, ¿habrá una Leonor I?

Salgo del ensimismamiento. Al niño parece que la respuesta no le ha satisfecho, pero no me pregunta más. Al terminar el postre, ha cogido el mando y está viendo a Chowder. La serie tiene el mismo nivel de congruencia que esta monarquía parlamentaria, pero por lo menos es más divertida. Hay chistes de eructos y pedos.

martes, 8 de noviembre de 2011

Presentación del ciudadano

Vivimos en un mundo injusto. Esta es la premisa de la que Ciudadano Tersites parte, la piedra de toque sobre la que procuraremos construir la casa, el desafortunado motor de estas elucubraciones. Del mismo modo –y por un principio elemental de coherencia- rechazamos lo contrario: no existe una justicia en el orden de las cosas que se nos escapa y al mismo tiempo la injusticia imperante no es, en ningún caso, deseable en aras de algún ingrato sistema de sacrificios.
Con esto damos el primer paso de Ciudadano Tersites. Quien tenga a bien pasearse por aquí no debe perder de vista este hecho y el subsiguiente: queremos cambiar el mundo porque es injusto. Tremendamente injusto, manifiestamente injusto, procázmente injusto y no encontramos justificación alguna para que esto sea así.
Ya tenemos un motivo y todo lo demás es una hoja en blanco. No pretendemos predicar desde el púlpito, sino desnudar conceptos. (lo nuestro tiene mucho más que ver con la lujuria que con la santidad, como podrán comprobar). Creemos que, si bien la historia del conocimiento se ha forjado hasta ahora a golpe de pulsos, en el siglo veintiuno se mueve más bien a golpe de desordenados borbotones: un torrente descontrolado de información nos chorrea por los ojos y nos provoca desórdenes de atención y filtraciones de todos los colores. Nos toca dar batalla no ya en el desierto de la ignorancia sino en la selva tupida de las informaciones descontroladas. Aquí se pretende trabajar el criterio con el que cribar tanta bala perdida. Empezar a andar recalculando el espacio de un metro, cuestionando que significa la derecha o la izquierda o recordando las leyes elementales de la física.
Dicho esto solo nos queda hacer una hoja de ruta antes de empezar el viaje, aunque nos abandonaremos al placer de saltárnosla en cuanto podamos. Estas son algunas de las cosas que nos interesan y a las que intentaremos hincar el bisturí. Sirva también como aviso a navegantes.
- Creemos en la necesidad acuciante de una renovación del panorama social y político del país. La trinchera desde la que se afronta semejante tarea desafía los polos clásicos de derecha e izquierda, que deben ser redefinidos cuando no directamente descartados. Vaya por delante esta sencilla reflexión a la luz de lo ya dicho: Tradicionalmente se identifica a la derecha con conservadores y a la izquierda con progresistas. Si el conservador es quien quiere conservar el estado de las cosas (entendemos que por que su situación en el tablero es ventajosa, aunque esto es matizable), incurriríamos en una evidente contradicción si nos acercásemos a posiciones conservadoras. Por tanto no somos de derechas y menos aún considerando la coyuntura histórica de la derecha. Si por la izquierda consideramos aquella posición que pretende progresar en la historia de las ideas y cambiar el orden establecido partiendo del anterior, quizá tampoco somos de izquierdas, puesto que más que de una progresión hablamos de una ruptura. Aunque compartimos con la izquierda un afán dinámico y muchas de sus premisas (desaparición de las desigualdades entre las clases sociales, los derechos humanos como barrera natural, etc..). La prostitución que del término han hecho los autodenominados partidos de izquierdas, su apego a conceptos un tanto anacrónicos y varios experimentos fallidos (cuando no aberrantes) a lo largo de la historia, hacen necesaria la revisión del concepto.
Pero como queremos acudir a los mismos cimientos de las cosas, proponemos una reflexión sobre la misma legitimidad del Estado, hay que recuperar a Rousseau y su contrato social, hay que rechazar las afirmaciones acríticas impuestas por la tradición, la costumbre o la ley y empezar a construir de cero; el aire esta demasiado viciado, tanto que más que ventilar convendría mudarse. Esto no significa que todo lo alcanzado sea desechable. Infinidad de logros deben ser valorados en su justa medida, pero separando el trigo de la avena.
- Creemos en el pensamiento crítico como única manera de hacer ciudadanos libres. La ilustración nos ha legado una herramienta poderosa: el método científico, capaz de autocorregirse, superarse y predecir el futuro en todos los ámbitos del conocimiento. Y es en esa búsqueda desnuda de la verdad donde el pensamiento crítico debe guiar el propósito de un mundo más justo. Padecemos una dañina enfermedad, especialmente en el país que nos ha tocado vivir, cuyos síntomas consisten en aceptar un paquete de posturas, criterios y modos que se engloban bajo la etiqueta que forzosamente hemos de elegir: O se es de una facción con todas sus consecuencias o se está contra ella y todas las formas de pensamiento que invoca. El fenómeno alcanza su plenitud en la máxima “viva el Betis manque pierda”; si se es de derechas se está contra la memoria histórica, a favor de los toros y por los mocasines, si de izquierdas se es pro-ecología, se le tiene simpatía a Fidel Castro y se considera a la alta cocina como el nuevo arte. Por supuesto esto es una generalización trivial, pero no por ello es menos real la compartimentación de posicionamientos, gustos y opiniones entre los dos bandos en que los poderes públicos quieren dividir la realidad social. Pues bien, solo el pensamiento crítico puede darnos un criterio más allá del sentimiento de inclusión tribal para tomar postura frente a cada hecho al que nos enfrentamos. El pensamiento crítico nos permite además descartar de un plumazo muchas de las realidades que no le pueden sostener la mirada ni un segundo: medicinas alternativas, fenómenos paranormales, conspiranoias y, sobre todo y más preocupante: la religión. Desde ya nos declaramos ateos practicantes y en la lucha activa por un Estado laico (verdaderamente laico) relegando a ésta de donde nunca debió salir: del ámbito estrictamente privado. En España la religión es un lastre especialmente pesado, que nos ha anclado –y nos ancla- en el siglo XVII. Por supuesto cada uno tiene derecho a creer en lo que quiera, el mismo de cualquier otro a discutírselo sin que al primero le ampare un pervertido concepto del respeto
- Creemos que somos los primeros ciudadanos de un nuevo mundo; el mundo de Internet. Nunca se dispuso de una arma más contundente para cambiar las cosas, nunca la información viajó tan rápido y a tanta gente y nunca lo hizo de manera tan horizontal y democrática. Las nuevas tecnologías son la semilla de un nuevo mundo como lo son para una nueva revolución. La democracia directa es una realidad cada vez más tangible, el control de las ideas y la cultura cada vez más difícil (la técnica de la confusión por el bombardeo es el nuevo ministerio de la verdad). Por todo ello, lejos de considerar que la libertad en Internet es un problema de cuatro desalmados que pretenden saquear el esforzado trabajo de los pupilos de la SGAE, consideramos que es asunto de primera línea y que es mucho más que el beneficio de las productoras lo que aquí nos jugamos. No en vano fue la ley Sinde la chispa que provoco el primer movimiento organizado , que se hizo visible en el 15M, que desafió el orden impuesto. No fue fruto de la codicia pirata, fue la sombra de la censura sobre el único método que hasta ahora se ha mostrado eficaz para organizar una sociedad adormecida y desorientada, de acceder a la cultura que no aparece en los medios al uso y de plantar cara en igualdad de condiciones a quienes tenían acceso exclusivo a los púlpitos.

A partir de aquí se trata de aclarar conceptos, en ese acto terapéutico que es escribir para ordenar uno mismo sus propias ideas; algunas cobran fuerza sobre el papel (la pantalla en este caso), otras no resisten el transplante al mundo y mueren al ser observadas desde fuera. Toda discusión es bienvenida, todo comentario agradecido, toda salida del tiesto atacada con crudeza. Es más; nos sentiríamos eternamente agradecidos por cualquier colaboración en forma de artículos o ayuda técnica que tengan a bien compartir. Bienvenidos a la ventana del Ciudadano Tersites, que también tiene derecho a tener una opinión. Y recuerden, lo último que se pierde es el sentido del humor y sólo el humor salvará al mundo.